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El racionamiento terminó, pero el riesgo no, Bogotá está al límite

Bogotá acaba de recibir una advertencia contundente. Aunque el agua regresó, el riesgo de escasez sigue latente. El modelo de ciudad y el olvido de los ecosistemas tienen en jaque el equilibrio hídrico de la capital.
Racionamiento en Bogotá terminó, pero siguen riesgos por desabastecimiento
Foto de la CAR
Carlos Ramos

Bogotá acaba de vivir una advertencia clara: el agua es finita y la ciudad está al límite.

La sabana, que alguna vez fue un gran humedal del altiplano, hoy se transformó en concreto. Las construcciones sin control y el abandono de los ecosistemas han reducido drásticamente la capacidad natural para retener y recargar el agua.

Herman Martínez, exdirector del Jardín Botánico de Bogotá, lo resume así: 

“El modelo de desarrollo urbano, de construcción de vivienda, sigue siendo un gran atractivo en la altiplanicie. Y de ahí que se tenga una apuesta de desarrollo inmobiliario para tratar de elevar la población de 10 millones de habitantes a por lo menos unos 16 millones hacia el año 2050. Porque eso trae desarrollo, progreso, acumulación de capital. Por eso es el debate que hay alrededor del aprovechamiento del altiplano de la sabana de Bogotá”.

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Desde el Acueducto de Bogotá ya se trazan nuevas acciones. 

Se proyecta una mayor inversión en infraestructura, implementación de alertas tempranas y fortalecimiento de la educación ciudadana.

“Tenemos, por ejemplo, en el páramo de Chingaza, más de 30.000 hectáreas adquiridas, que son propiedad de la Empresa de Acueducto para la conservación precisamente del páramo y de esa gran fuente de abastecimiento”, explica Natasha Avendaño, gerente del Acueducto de Bogotá. 

“Hemos hecho también inversiones en el sistema SUR, en los embalses de Chisacá y La Regadera y sus cuencas abastecedoras. Y ahora el foco está en ir hacia la cuenca del río Bogotá para también tener predios que nos permitan la conservación”.

Según la gerente, hay actividades permanentes de conservación y restauración de fuentes hídricas. 

“Tenemos dentro de nuestro plan estratégico de este periodo la adquisición y conservación de más de 2.300 hectáreas, y es un trabajo permanente”, afirmó.

Con más de 8 millones de habitantes y una expansión constante, Bogotá necesita repensar su modelo urbano. Ya no se trata solo de crecer, sino de crecer con base en la oferta real de agua. 

La ciudad como tal ya copó sus límites. Urbanizar más sin romper la estructura ecológica se vuelve urgente, porque lo contrario pondría en riesgo incluso la sobrevivencia del río Bogotá.

Y también hay una responsabilidad ciudadana. Cuidar del agua no es solo una política, es una cultura. Cada gota cuenta, cada gesto importa.

“A todos los bogotanos, quiero recordarles que tenemos que seguir con esa conciencia de ahorro y de consumo responsable”, concluye Avendaño. 

“Las nuevas edificaciones que se hagan deben tener tanques para recoger aguas lluvias, para los servicios sanitarios. Separar bien el agua que vamos a consumir de las aguas hervidas, que ya son las aguas utilizadas”.

Hoy el agua volvió. Pero si no cambiamos, podría no hacerlo mañana. Bogotá necesita conciencia. Necesita equilibrio.

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