A punto de cumplirse seis años de la entrada en operación de la hidroeléctrica El Quimbo, en el centro del departamento del Huila, pescadores artesanales como Ricardo Lozano aún demandan sus derechos a obtener su sustento diario en el río Magdalena.
Lozano recuerda con melancolía la enorme riqueza y variedad de peces -hoy muy escasa- que había antes de la entrada en operación de la represa.
Como él, un grupo de pescadores artesanales aún vive, como lo hicieron antes sus padres y abuelos, en las vecindades del río y levanta sus ranchas -pequeños campamentos improvisados mientras se dedican a la pesca-, en un tramo casi vedado entre El Quimbo y Betania, las dos hidroeléctricas construidas en este departamento. De hecho, son las únicas represas en el Magdalena.
“Antes conseguía buen pescado: bocachicos, cuchas, mojarra. Hoy es muy diferente”, indica Lozano, quien explica que el vaivén en los niveles del caudal como resultado de la operación de El Quimbo modificó las condiciones del río que facilitaban los ciclos de la reproducción de los peces.
También está la oxigenación del agua, que podría ser insuficiente. Una denuncia que ha sido permanentemente documentada indica que, mientras se llenaba la represa antes de su entrada en operación, no se retiró la totalidad de la vegetación que había en la zona. Esa biomasa en descomposición impide la adecuada oxigenación del agua, una situación que Enel-Emgesa, la compañía que opera El Quimbo, niega que ocurra.
Para Jenifer Chávarro, presidenta de la Asociación de Afectados de El Quimbo, una organización que reúne a comunidades en toda la zona de influencia de la represa, este es uno de “muchos impactos por la operación de la hidroeléctrica”.
“La empresa no solo incumple, sino que genera daños”, indicó Chávarro. La Asociación señala que Enel-Emgesa no ha respondido por la totalidad de los compromisos que adquirió en la licencia ambiental otorgada en 2009.
Por ello, instauró una demanda de nulidad cursa contra la licencia, una de tantas acciones jurídicas interpuestas individualmente y de manera colectiva para obtener el reconocimiento de los derechos de las comunidades.
“Derechos que tanto la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales, como las autoridades locales y regionales y la misma compañía han desconocido”, subraya Chávarro.
Para la compañía, los procesos de compensación se han desarrollado con base en lo ordenado por la ley, y algunos de ellos están en marcha.
El Quimbo tiene influencia sobre seis municipios del centro y occidente del Huila, con 8.500 hectáreas de espejo de agua cuando está en su máximo llenado.