Ante la falta de oportunidades de empleo en el municipio de Bojayá, un grupo de mujeres se organizó y vio en la actividad cotidiana de “arreglar pescado”, una oportunidad para generar empleo e ingresos económicos en su territorio. A través de esta práctica, ellas han logrado el sustento de sus hogares y la educación de sus hijos.
Aproximadamente 10 mujeres cabeza de hogar son las que se benefician de esta práctica. Se las arreglan cada madrugada para salir a buscar cómo suplir las necesidades básicas de sus familias, pues temen volver a las fincas a sembrar plátanos, yuca, o arroz, por miedo a encontrarse con miembros de algún grupo ilegal o en el peor de los casos caer en algún campo minado.
Diana Raga Cabrera, miembro de este grupo, nos cuenta que cada día se levanta a las cinco de la mañana y antes de salir les deja a sus hijos sus uniformes arreglados y el desayuno hecho para ir a estudiar. “Tomo mis herramientas de trabajo, mis cuchillos afilados, el balde y un banco para sentarme, me voy para la orilla del rio Atrato. Camino aproximadamente 15 minutos para llegar al puerto. Cuando se trata de luchar por su familia uno ya no le teme a nada. La violencia me ha quitado todo, pero tengo una familia por la cual luchar y lo haré hasta el final”, asegura.
A las seis y media de la mañana llegan los pescadores con el pescado que traen de la ciénaga de Bellavista o el río Atrato. “Las personas que bajan a comprar nos entregan el pescado para que lo arreglemos. Por el servicio prestado, recibimos como pago cinco mil pesos por cada ensarta (paquete de pescados frescos), que tiene de cinco a diez pescados de acuerdo con el tamaño. Entre ellos hay bocachico, kicharos, mojarras y otros”, cuenta Diana.
Su jornada termina a las ocho o nueve de la mañana y en seguida vuelve a su casa a descansar y estar con su familia. Diana firma que con lo que gana le alcanza para alimentar su familia, compra ropa para sus hijos y ahorros para los grados de su hija que será bachiller este año.
¿De qué se trata el arreglo del pescado?
Según cuenta Diana, arreglar el pescado es cogerlo recién sacado del río, quitarle las escamas si es un pescado escamoso, sacarle las vísceras, quitarle las aletas y relajarlo de una forma muy fina para cortar las espinas pequeñas que trae el pescado. Al final se dejarlo listo para echar la sal y los demás condimentos para cocinarlo.
¿Qué llevó a que estas madres se dedicaran a esta actividad cotidiana como forma de empleo?
Según cifras del Dane, con un porcentaje del 17,6 %, Chocó se en el primer puesto de desempleo en el país, el porcentaje en mujeres desempleadas es del 31,8 %.
Según Elsa Paselia, presidenta ejecutiva de la Cámara de Comercio de Chocó, esto se debe a la insipiencia en el sector empresarial, pues considera que hay pocas oportunidades de empleo. Sumado también a que pareciera que no es una prioridad para los mandatarios locales.
“Decidí hacer este trabajo porque me sirve para llevar la comida de mi familia. En este pueblo no hay empresa y la única que brinda trabajos es la alcaldía, y si uno no es profesional o no está en la rosca del alcalde no le dan trabajo ni para barrer las calles. Entonces uno debe ocuparse en algo, trabajar para sostenerse, porque si no trabaja nadie va a solucionar tus problemas. Si no se tiene empleo, uno tiene que hacer algo que le permita llevar un bocado de comida a mis cinco hijos”, asegura Diana.
La economía del municipio de Bojayá se basa en la agricultura, la pesca y la madera. En el pasado este municipio fue conocido como la despensa agrícola del Chocó, pues abastecía de plátano, yuca, frutas, pescado y madera la capital del departamento. Con la llegada del conflicto en estos territorios todo cambió, debido a que muchos de sus lugareños fueron obligados a salir desplazados de sus tierras por miedo. Esto ha generado una crisis en materia de ingresos económicos.
Estas madres manifiestan sentir satisfacción y alegría de hacer su trabajo en equipo, entre ellas generan los recursos económicos y viven de esta humilde gracias a esta actividad.
María Aurelia Menade trabaja arreglando pescado desde hace cuatro años. Se levanta diariamente a las cuatro de la mañana, y con la energía que le suministra una taza de un café caliente, sale para el puerto de Bellavista a esperar que lleguen los botes con el pescado. Como ella, estas mujeres diariamente ganan entre 30 mil y 90 mil pesos, cuando hay abundante pescado. Según sus relatos, esto le alcanza para mantener a sus familias. “Nosotras somos un equipo, trabajamos juntas y nos ayudamos. Cuando una termina primero le ayudamos a la otra, y le ayudamos a las otras mujeres que son empleadas y no tienen tiempo de arreglar”, cuenta María.