‘Niños guardianes de la palabra’, la iniciativa de etnoeducación en Leguízamo, Putumayo
A través de la danza, el tejido y la siembra, Lucila Jaitofiama, docente indígena del municipio de Leguízamo, Putumayo, enseña a sus estudiantes la lengua materna del pueblo Murui Muina.
Enseñar y revitalizar la lengua materna del pueblo Murui Muina en la escuelita del resguardo indígena Tukunare, en Puerto Leguízamo (Putumayo), es un desafío diario que ha emprendido la profesora Lucila Jaitofiama Rombarillama, junto a sus 10 estudiantes que la escuchan atentos desde que ingresa al aula de clases hasta que finaliza la jornada con una danza en honor a las golondrinas.
Hace 22 años inició su gran sueño de ser docente, una vocación que la ha llevado a caminar de la mano de niños, niñas y padres de familia, que le apuestan a la conservación de los saberes ancestrales en la Amazonía. Cada ocho días, Lucila se adentra en el río Caucayá para llegar a la escuela en donde trabaja hace tres años.
“Mi jornada inicia a las ocho de la mañana con la oración a nuestro padre creador, a la madre tierra y a los espíritus de la naturaleza, luego explico a cada niño lo que haremos en el transcurso del día hasta que cae la tarde”, indica.
La diferencia de la etnoeducación radica en los espacios de aprendizaje y en la capacidad del docente para transmitir sus conocimientos de la cosmovisión indígena a los niños que llegan a las escuelas rurales. Es así como Lucila ha elaborado el material pedagógico y las estrategias necesarias para dejar en sus estudiantes todo su conocimiento sobre las tradiciones.
Trabaja mediante ejemplos de huertas medicinales, sembrando plantas nativas para sanar enfermedades de la región. Pequeños cultivos para aprender acerca de los alimentos cotidianos como la yuca, el ñame, la batata y el ají. Son espacios desde donde se enseña a valorar la tierra, las plantas y los animales.
“Los espacios de aprendizaje son los más importante para enseñar la lengua materna a los niños. En la práctica de las actividades diarias de siembra, cosecha, tejido, danzas y diálogo constante, los niños van aprendiendo la pronunciación y el significado de las palabras. Es muy bonito ver a mis estudiantes cantando y preguntando los nombres de todo que les rodea”, señala la maestra.
Gracias a su dedicación, hoy los niños de edades entre 5 y 11 años han avanzado en su aprendizaje, pronuncian y cantan en lengua Murui M+n+ka, y los padres de familia valoran el esfuerzo diario de la docente por mantener viva la creatividad e interés de sus hijos en las costumbres de sus abuelos.
“Nosotros como padres estamos muy contentos porque los niños aprenden y enseñan a sus hermanitos la lengua materna. Mi niña ya salió de la escuela y sigue mejorando en el aprendizaje. Eso es muy importante para nosotros como comunidad y como indígenas”, cuenta Vianey Masicaya, gobernadora de Tukunare.
Que los niños fortalezcan la lengua materna, hablen y canten en su lengua ancestral, es desde ya un desafío en medio de la Amazonía, un proceso de resistencia cultural en medio de la interculturalidad a la que se exponen niños, niñas y adolescentes de las comunidades nativas del Putumayo. Es la base de la pervivencia étnica de las futuras generaciones de niños y niñas que nacen y crecen en el municipio de Leguízamo.
Se trata de un modelo de pedagogía que nace desde el saber de los abuelos, abuelas y mayores que le han apostado a la educación propia en el territorio.
“En este proceso de educación propia hay un compromiso muy grande como persona y como mujer indígena, más hoy cuando los pueblos indígenas presentamos crisis de fortalecimiento cultural. Por eso es mi responsabilidad como docente poner en práctica el trabajo en equipo junto a la comunidad para retomar el camino de rescate de lo propio y ancestral”, puntualiza Lucila Jaitofiama.
Janni Magno es una de las estudiantes que aprende la lengua materna, su avance ha sido significativo y su experiencia diaria en campo es lo que más la motiva a esperar a la profesora para iniciar la jornada.
“La profe nos lleva a la chagra, nos cuenta historias, luego nos trae al salón, hacemos tareas, jugamos, pronunciamos nuestras palabras y nos vamos para la casa. Estoy feliz de estudiar en Tukunare, esta es nuestra madre tierra, donde sembramos los alimentos como la piña, la yuca y las plantas medicinales”, relata la estudiante.
Gracias a los docentes indígenas del Putumayo, es posible la construcción de un proceso etnoeducativo que hoy es ejemplo de conservación ancestral entre los pueblos de la región.