En inmediaciones de la calle del Dulce Nombre en Ocaña, Norte de Santander se ubica la plaza de mercado público, todo un epicentro deportivo para los “Coteros”, quienes sobre sus espaldas llevan el trabajo campesino y le entregan al campo de la provincia el impulso de fuerza para su desarrollo económico.
Llegan los Juegos Olímpicos, y los deportistas están en plena preparación para llegar a la justa orbital. Al tiempo, en diferentes partes del mundo hay quienes quizás, sin saberlo viven en constante entrenamiento que los hace deportistas en la competencia por sobrevivir. Entre aquellos tenemos hombres y mujeres que, sin aspirar a una medalla, se echan al hombro cargas que pueden superar a la de los pesistas. Estos son los coteros.
“Esto es como un deporte, siempre esta uno trotando, en movimiento, está uno haciendo ejercicio, moviendo los brazos, no hay nada del cuerpo que se quede quieto, hay que hacer fuerza para cargar los bultos y dejarlos en los puntos específicos que lo indican”, explica John Quintero, mientras el sudor baja por su frente y lo obliga a limpiarse con su toalla.
Son las cuatro de la mañana y como buen deportista John comienza el día muy temprano. El lugar de encuentro no es un equipado gimnasio al mejor estilo de los pesistas, es la plaza de mercado público, donde de sol a sol lleva la carga de los productos y recibe todo el esfuerzo del trabajo del campo.
La confianza y credibilidad de los transportadores los hace únicos y especiales en la zona donde con el paso del tiempo pudieron hacer los clientes, “ellos nos buscan para que seamos nosotros los que descarguemos, cuando llegan los camiones sabemos que debemos tratar todo con cuidado y entregar todo contado” agrega Quintero.
Son más de veinte años en el oficio de cotero, bracero o carguero, como se conocen en la jerga popular de la región, John desarrolla el trabajo que aprendió de sus padres y el que también ejerce su hermana y así llevar sustento para sus hogares.
“Primero fue mi papá, mis hermanos, toda mi familia ha trabajado aquí, este ha sido el sustento de nuestros hogares y a pesar que ahorita solo sigo yo con mi hermana, aquí estamos luchando con la fuerza que se requiere para el oficio”.
Los coteros son un grupo de por lo menos cien personas, entre colombianos y venezolanos, se ubican sobre las calles del mercado del municipio de Ocaña. Allí, se encuentran a la espera que llegue el próximo camión para cargar 60 o 120 kilos por trayecto entre el punto mayorista.
Como buena plaza de mercado la variedad que emanan los megáfonos de los carreteros es indispensable para el ambiente. El frijol, el tomate, la cebolla roja, la mazorca y una cantidad de productos pasan sobre las espaldas de hombres y mujeres que encontraron en su contextura física la supervivencia, entre ellos Álvaro Acosta, un ocañero de 50 años y que lleva nueve en el oficio.
Entre risas expone que él tiene su estrategia, la sabiduría de cargar los bultos, “hay algunos que no pueden, como otros que sí pueden hasta cargar más de lo que uno puede imaginar, algunos que me dicen que tan flaco y puedo levantar todo ese peso, pero puede más el deseo de poder llegar a mi casa y descansar luego de un día de trabajo con comida y techo”.
Toda una practicidad que se fortalece de jornada en jornada que finaliza sobre las 5:30 o 6 de la tarde, y lleva consigo muchos años de experiencia. Allí solo esperan por el momento de brillar, entre bultos y bultos.
En Norte de Santander esta comunidad es una realidad, no ganan medallas de oro ni asisten a Juegos Olímpicos. Su participación es directa para el desarrollo económico de sus familias, y hoy son un pilar fundamental en la cadena campesina para llevar la felicidad a la mesa catatumbera.