Desde el corredor de su casa, Fanny Jael Jaimoy, líder indígena inga, cuenta la historia de un grupo de mujeres, que a través de la recuperación de las semillas agrícolas, le apuesta de manera decidida a la protección de la selva y a la seguridad alimentaria.
“El territorio es la vida de nosotros. Dependemos de la tierra: el bosque, el agua y el aire. Si no la cuidamos, vamos desapareciendo también”, dice Fanny para explicar la relación del pueblo Inga con la naturaleza.
Por esta razón, las mujeres del Resguardo Inga de Niñeras, resolvieron tejer una relación más sólida con las mujeres campesinas que habitan a su alrededor, pues hace cerca de una década empezaron a notar que escaseaba el agua en su comunidad como consecuencia de la deforestación que causaban las familias colonas y campesinas ubicadas en la parte alta de la quebrada Niñeras, el afluente del que se abastecen.
Esta fue una de las bases que motivó a Fanny a ser gestora del proyecto intercultural Mujeres tejedoras de la Red Vital Agroambiental de la Zona Entre ríos, financiado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que inició a principio de este año y lo promueven 25 mujeres de Solano (Caquetá).
20 de ellas son indígenas ingas del Resguardo de Niñeras y 5 son campesinas del núcleo veredal Mononguete, ubicadas al sur del departamento de Caquetá, al margen izquierdo del río Caquetá.
De acuerdo con Fanny, tras analizar la realidad de su contexto, surgió de la necesidad de fortalecer la relación entre mujeres diversas y sus prácticas de cuidado en las chagras y las huertas, para así apostarle a la protección del ecosistema.
“A través del proyecto buscamos seguir transmitiendo conocimiento de las mamas sabedoras a los niños, las niñas, para que nos ayuden a llevar esta iniciativa a otras personas que no conocen”, relata.
Como bien lo menciona, en este propósito, el eje central es el intercambio de saberes locales. “Las campesinas tienen un conocimiento y las mujeres indígenas tenemos otro, por tradición y cultura, pero quisimos fortalecer ese lazo”, expresa.
Natasha Garzón, ecóloga, quien acompaña de cerca este proceso, cuenta que “va muy de la mano con la compresión del rol de las mujeres en la protección de las semillas, que son elementos vitales para el cuidado de las familias, la naturaleza y la biodiversidad amazónica".
Por su parte, desde la Casa Cabildo del Resguardo, Blanca Lilia Parra investigadora local de Mujeres Tejedoras, describe emocionada que esta experiencia le ha permitido acercase a otras formas de relacionarse con la tierra.
"Investigar es reconocer el cuidado que tienen las demás mujeres con la naturaleza, la chagra y la huerta y aquí en la comunidad es enseñar también sobre las medicinas, y las campesinas se han interesado en ese proceso", expresa.
De acuerdo con Gaia Amazonas la chagra es un sistema dispuesto por las comunidades indígenas de la región para cultivar, aunque su valor no se limita a la función de proveer alimentos, pues es un modelo que integra saberes como la relación con el suelo y los ciclos de producción, de los que se benefician todos los organismos y seres de la selva.
El resguardo Inga de Niñeras, desde donde hablan Blanca y Fanny, tiene un área de 3 mil hectáreas, habitadas por 20 familias, que durante cerca de 70 años han conservado alrededor de su totalidad del territorio en bosques. Ahí, cada núcleo tiene su chagra y su huerta y según Luz Adela Becerra, es el lugar donde aportan con su trabajo desde los más pequeños hasta los adultos.
“Ahí está el alimento. Sin chagra no tenemos nada. Se encuentra la yuca, el plátano, la batata, toda clase de frutas” reconoce Adela. Además, resalta que el espacio que ocupa este sistema es de media hectárea pues según los Ingas esa dimensión es suficiente para sembrar lo que consumen sin afectar el bosque.
Entre las 25 participantes del proceso, han identificado 100 tipos de semillas.
"Hemos podido recuperar la yota que no la teníamos, intercambiamos también una clase de caña y en la huerta incluimos el cebollín, el tomate pequeño, la habichuela", asegura Adela, mientras carga a sus dos hijos, Sandra y Yeison.
Así mismo destaca que con el aprendizaje que han tenido de las mujeres campesinas han empezado a incluir verduras a sus dietas.
Las comunidades indígenas de la Amazonía han sido durante milenios las principales cuidadoras de los bosques tropicales y de todas las formas de vida que en ellos habitan.
Iniciativas como Mujeres Tejedoras aportan a la preservación de los pueblos originarios: su cultura y su sabiduría ancestral. A su vez permiten su continuidad como guardianas de la Amazonía, la gran casa común.