Mes del Idioma: un lenguaje para la paz y la reconciliación
Por: Fausto García Calderón
“Cuando uno sale de su país pierde muchas formas del idioma… necesitamos un lenguaje, distinto, respetuoso, incluyente que permita abordar las diferencias de una forma abierta y transparente… el lenguaje y el relato pueden acercarnos a caminos de reconciliación… El perdón es la forma más hermosa de expresar amor…Abrazar es acercarme a cada uno de mis sueños gracias al proceso de paz”.
A propósito del Día Mundial del Idioma que se celebra el próximo 23 de abril, reunimos a un escritor colombiano cercano a talleres de escritura creativa con excombatientes; al único comisionado de la verdad extranjero en Colombia, recolector de relatos e historia de víctimas exiliadas; a una mujer excombatiente que escribía inspirada en la naturaleza y una víctima del conflicto lejos de su tierra; para conocer sus pensamientos y reflexiones alrededor de la reconciliación y la paz, de la necesidad de desarmar el lenguaje para dejar de vivir en polarizaciones.
Desescalar el lenguaje
A mediados del 2015, un año antes de que se firmara el Acuerdo de Paz en Colombia, una de las propuestas que hacía el Gobierno era desescalar el conflicto armado, para lograrlo se planteaba iniciar por “desescalar el lenguaje”, dejar la violencia verbal. Con esto se haría seguimiento a un ejercicio de cuatro meses, del 20 de julio al 20 de noviembre del mismo año.
En su momento se escucharon opiniones encontradas, contrarias como ha sido costumbre cuando se habla de paz, pero hay otro grupo de colombianos que desde distintas orillas, han priorizado caminos donde el lenguaje, los recuerdos, las voces, las palabras, los sueños y la escucha se vuelven protagonistas cuando de escribir una nueva historia se trata.
En ese proceso, los significados construidos bajo las vivencias, se convierten en una especie de diccionario de paz, memoria y reconciliación.
Naturaleza Común
Juan Álvarez es escritor colombiano, Premio de Ensayo Revista Iberoamericana 2010 (Instituto Ibero-Americano de Berlín), fue coordinador creativo de ‘Naturaleza Común, relatos de no ficción de excombatientes para la reconciliación’; trabajo que se presentó en marzo de este año junto al Centro de Memoria, Paz y Reconciliación y el Instituto Caro y Cuervo, en el se reúnen once relatos de no ficción de excombatientes de las antiguas Farc-EP.
“Nos enteramos en el 2018 con los colegas de la Maestría en Estudios Editoriales del Instituto, de las Bibliotecas Públicas Móviles que estaban cerca a lo que se conocía como Zonas Veredales Transitorias de Normalización (ZVTN) y pensamos que esos espacios podrían necesitar materiales”, explicó Juan.
En estas zonas, luego convertidas en Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR), lugar de transición para los excombatientes, se logró consolidar un trabajo para explorar y plasmar historias de vida: “pensamos en esta idea de lo urgente de publicarse, construimos unos talleres de escritura creativa y edición comunitaria, para hacer una tarea más o menos delirante que respondía a cómo construir una publicación comunitaria urgente en 3 o 4 días”, explicó el escritor.
Para Juan Álvarez, ‘Naturaleza Común’, es un puñado de memorias de excombatientes, vividas desde geografías distintas, como muestra de la voluntad de hallar propósitos comunes.
Fueron varias etapas vividas para consolidar estos relatos desde el 2018, pasando por un 2019 y 2020 en busca de aliados para facilitar acercamientos, visitando territorios como las veredas de La Variante (Tumaco, Nariño), Andalucía (Caldono, Cauca), Carrizal (Remedios, Antioquia), Buenavista (Mesetas, Meta), La Carmelita (Puerto Asís, Putumayo) y en el corregimiento de Santuario (La Montañita, Caquetá). Cómo dice su coordinador, es un recorrido en un intento de reconciliarnos.
Juan que ha sido cercano a los temas de verdad y reconciliación por otros trabajos, comprende el fondo de la conversación cuando se plantea ‘desescalar el lenguaje’ y aunque reconoce que, las palabras pueden hacer daño, considera que fundamentalmente no son ellas las que lo causan, “si uno tiene voluntad de estigmatizar al otro diferente, encontrará incluso lenguajes muy educados para hacerlo”, por ese motivo señala que lo mejor es desarmar la tolerancia y la capacidad democrática de convivir con quien se considera diferente.
En ese sentido, para este escritor que conforma la Maestría en Escritura Creativa del Instituto Caro y Cuervo, se puede pensar en algunas palabras para reflexionar la paz, con la intención de que muchas se asignan o se arrojan como estigmas.
En el ejercicio de la conmemoración de la fecha del Día Mundial del Idioma; Álvarez, ha compartido desde su experiencia, escritos y vivencias en territorios donde la vida busca una transición y la definición personal de algunas palabras.
Supervivencia: “Los ojos y los oídos abiertos”.
Futuro: “Lo imposible en medio de la segregación”.
Respeto: “Una oportunidad de ensanchamiento intelectual que uno decide si brindarse a uno mismo o no”.
Para el coordinador creativo de ‘Naturaleza Común, relatos de no ficción de excombatientes para la reconciliación’, es clave comprender que ellos abrieron su corazón en estos once relatos y allí encontraron un lugar desde el cual comunicarse con la sociedad civil, “esa que ha sido bastante mezquina y tacaña con lo que está haciendo la reincorporación”.
La Espiral del Caracol
Disney Cardoso Capera tiene 37 años, aunque se describe como una persona mayor, tampoco se niega en reconocer que cuando juega con sus tres hijos se siente como una niña, “disfruto cada instante con ellos jugando a las cosquillas, a la pelota, al monstruo”.
Esta mujer que ahora tiene la oportunidad de estudiar Administración Pública, con una cantidad de sueños e ilusiones, tiene escrito en algunas páginas de su vida que perteneció a las extintas Farc-EP, viviendo en una de esas zonas selváticas de nuestro territorio; ella y el proyecto ‘Naturaleza Común’ tuvieron la oportunidad de encontrarse, la historia que da inicio a estos relatos ‘La Espiral del Caracol’, es su creación.
“Escribir algunos de mis recuerdos me dio seguridad, no me tenía la confianza suficiente, fue una bonita experiencia y me enseñó a no guardar las cosas que quiero hacer en la vida, aprendí a que debo trabajar para cumplirlas”, dijo Disney. El relato, es un pasaje por algunos capítulos de su vida, allí cuenta el motivo por el cual se integró a la antigua guerrilla y rompe con esos estigmas y señalamientos con los que estamos acostumbrados a separarnos de los verdaderos motivos.
En este proyecto que reúne las historias de otros 10 excombatientes, Disney relata la forma en que abren sus corazones para aportar a la reconciliación, “esto nos hace ver que la vida no es solo enfrascarse en lo que nos enseñaron en la guerra, sino también ver que hay otras oportunidades bonitas como escribir y redactar un texto”.
Para ella, los escritos, sus sueños y recuerdos son una apuesta a la paz, “ahora podemos mirar la paz como una oportunidad para la vida, no debemos quedarnos solo en el proceso, debemos continuar, salir adelante con nuestras familias y la sociedad”.
Sin querer compartir todas las líneas de su escrito, en cada palabra Disney ha tratado de describir los pensamientos que desde niña escuchó de sus compañeros, esa forma en que trataba de escapar de una realidad sin más alternativas posibles, “yo cogía un cuaderno o una hoja, un lápiz y en el momento que íbamos marchando le preguntaba a mi compañera, que si algún día tuviera la oportunidad de ir a visitar a la mamá, ¿qué le diría?”.
Después de esas jornadas escuchando los relatos de sus compañeros y compañeras, se sentaba a redactar lo que le contaban y guardaba en su memoria, “todo esto lo hacía con precaución porque no se podía hablar mucho”. Disney siempre escribía sobre sus días, “miraba el paisaje y escribía sobre lo bonito de la naturaleza, describía como el viento movía los árboles, soñaba con estar arriba en el árbol para moverme con la brisa, eso me parecía bonito”.
La mujer que ahora vive por su familia, conserva la ilusión de escribir cuentos y poesía; mientras ese sueño se hace realidad, abre su corazón para dar el significado de algunas palabras desde sus más sinceras experiencias.
Reencontrarse: «Es encontrarse con uno mismo, con ese niño que está en el interior de las personas. Es como tener el valor de hablar consigo mismo y decir, “usted y yo tenemos una conversación pendiente”».
Caracol: “Es una oportunidad para abrirse, así como he podido en este proceso aceptar y vivir las oportunidades que me ha dado la vida. Por esa razón mi vida es como un caracol. Yo estaba en un punto fijo, ahora he podido salir poco a poco”.
Abrazar: “Es el motivo por el cual he llegado a donde estoy. Es acercarme a mi familia y a cada uno de mis sueños gracias al Proceso de Paz”.
Memoria: “No todas las personas que estuvimos allá hicimos las cosas por hacer daño, muchos estuvimos por escape. Memoria son esos recuerdos que tengo de varios compañeros y compañeras que murieron en la guerra y fueron especiales. Llevo en la memoria de mis escritos a mi camarada Pedro Nel, quien estuvo para mí en los momentos en que más necesité, esa es una memoria imborrable”.
Un lenguaje para la reconciliación
En el mundo hay víctimas que el conflicto ha exiliado, ese que ha apartado a familias, proyectos, sueños, de toda una vida para empezar de cero. Esas víctimas invisibilizadas que, a pesar de no estar en su país, tienen algo que decir, esas que guardan preguntas para acercarse a la verdad, las mismas que tienen ideas y aportes para la reconciliación, esas que atesoran palabras de paz en busca de un diálogo para ser escuchadas.
Carlos Martín Beristain, único extranjero que ejerce como comisionado de la Verdad en Colombia, es fiel creyente de que escuchar es un gigantesco aprendizaje cuando se trabaja con víctimas en el exilio. Ahora, es autor del libro ‘Una maleta colombiana’, un trabajo de realidades y travesías de cientos de colombianos por el mundo.
“Hemos puesto en marcha una red de trabajo para escuchar a la gente, tomar sus testimonios, propiciar espacios para hacer las cosas que no contaron con mucho tiempo, hay muchos aprendizajes del exilio que Colombia tiene que escuchar”. Para Beristain, esta es una oportunidad para abrir esas maletas y compartir las cosas, palabras y recuerdos que han estado guardadas por años.
Estos relatos suman 354 páginas con anécdotas de una realidad estigmatizada, ya que para algunos es fácil lanzar señalamientos y conclusiones lejanas a la realidad, “se fueron porque son de buenas”, “menos mal pudieron hacer vida en otro país después de perderlo todo aquí en su patria natal”. Por ese motivo el autor considera importante ‘desescalar el lenguaje’, “necesitamos un nuevo lenguaje, distinto, respetuoso, incluyente que permita poder abordar los problemas incluso las diferencias de una forma abierta y transparente”.
Para comprender un poco más esta situación, y ser consciente del daño que hacen algunas posturas con palabras malintencionadas, Beristain hace referencia a un filósofo francés, “Paul Ricoeur habla de la hospitalidad lingüística, hospitalidad narrativa, de cómo construimos una narración en la que la historia del otro, del distinto también sea incluida como parte de una historia colectiva”.
Para este español, con su corazón lleno de historias y relatos de colombianos y muchos más exiliados, todas las palabras son primordiales si se tiene la intención de acercarse la verdad, pero existe una que destaca en distintos escenarios, el respeto, “las heridas se pueden curar con su bálsamo, sin respeto por el otro, por su historia, por su vivencia, por su dolor, sufrimiento y sin reconocimiento no se pueden poner las bases para la reconciliación”.
Carlos apuesta también a construir significados de paz entre tantos relatos exiliados:
Verdad: “Historias de la gente que le ha tocado vivir y también esconder”.
Retornar: “Anhelo de la gente y necesidad de que haya políticas para volver, es una forma de reconstruir los pedazos, de juntar historias que se rompieron”.
Exilio: “El exiliado en Grecia era alguien que tenía que vivir en otra ciudad y perdía el derecho a la palabra y el derecho a la palabra es el derecho a ser ciudadano””.
Huir: “Es tratar de dejar en el pasado el dolor y sufrimiento para proteger la vida”.
Palabras en el exilio
Lucila Galán de Ojeda es una colombiana nacida en Chivatá, Boyacá. Desde el 2006 se encuentra viviendo junto a sus tres hijos, un yerno y su nieta en Panamá, los motivos de su exilio no son más que actos malintencionados y un juego desproporcionado de palabras que amenazan y obligan a salir.
Allí integra la labor social Sovic Panamá, trabaja en defensa de los derechos humanos de refugiados, solicitantes, migrantes y de algunos nacionales.
Para esta boyacense que a la distancia aún recuerda la esencia de su vida en Colombia, siente que cada palabra tiene un vínculo con su tierra, “Sumercé es la conexión con lo mío desde lo más profundo, es la conexión con mi abuelito y con mis ancestros”.
Ahora, donde cada palabra puede hacer parte de un lenguaje claro y sin estigmas, Lucila se vale del recuerdo de su Chivatá, para hacer un homenaje al Día Mundial del Idioma, dando significados de paz y reconciliación.
Familia: “Mi todo... Es como ese pedacito de cielo en la tierra”.
Amanecer: “Otra oportunidad de volver a la vida”.
Perdón: “Para mí lo es todo en la vida, es la forma más hermosa de expresar amor”.