El análisis de este artículo se basa en la entrevista de ‘El Mundo es un Pañuelo’ de Radio Nacional de Colombia con el politólogo chileno Javier Sajuria, director del centro de pensamiento ‘Espacio Público’ y Profesor Asociado de la Universidad Queen Mary de Londres: https://youtu.be/lyyLTqm9A4g
Aunque el pueblo chileno rechazó el pasado 4 de septiembre el texto constitucional redactado por una convención paritaria y pluralista, se mantiene vivo el mandato popular de reemplazar la Carta política heredada de la dictadura militar.
El jueves 15 de septiembre, a la sede del Congreso en Santiago, concurrirán por tercera vez quienes han asumido la tarea de diseñar la hoja de ruta, el mecanismo y el cronograma.
El escenario político sigue tenso y polarizado y no hay todavía señales de que amainarán las aguas. No obstante, se escuchan voces que invitan a la autocrítica, a tomar nota de los aprendizajes que deja el proceso de la Convención Constitucional y a identificar con certeza los factores que explican el rechazo contundente al texto constitucional, mediante el plebiscito con voto obligatorio.
Lo que sigue es un resumen de algunas de las conclusiones preliminares del politólogo chileno Javier Sajuria, director del centro de pensamiento ‘Espacio Público Chile’ y Profesor Asociado de la Universidad Queen Mary de Londres, en ‘El Mundo es un Pañuelo’ de Radio Nacional de Colombia:
Hubo muchos electores que encontraron problemático el texto constitucional por descriptivo y porque regulaba con mucho detalle. Y otros porque estaban abiertamente en desacuerdo, por ejemplo, con la prioridad dada a las relaciones con América Latina, el Estado plurinacional, las consultas previas con los pueblos indígenas, el reconocimiento de un sistema judicial propio o la nueva institucionalidad regional.
Expectativas muy altas y malos comportamientos
Se crearon expectativas muy altas sobre la Convención como un espacio de diálogo y encuentro, pero en poco tiempo se convirtió en un espacio de confrontación. Hubo propuestas extremas que, aunque no llegaron a puerto, crearon desconfianza en la ciudadanía. Además, el comportamiento de algunos convencionales desprestigió el trabajo colectivo. El desprestigio se equiparó con el que tienen de tiempo atrás las instituciones políticas chilenas.
Desinformación y noticias falsas
Aunque no es suficiente para explicar el resultado del plebiscito, hubo desinformación y noticias falsas que, por ejemplo, hicieron creer a mucha gente que perderían sus viviendas u otros patrimonios.
Identidades negativas
Chile lleva viviendo mucho tiempo con lo que en ciencia política se denomina las “identidades negativas”, es decir, con la idea de que es más fácil votar en contra que en favor de algo.
En 2020 se votó contra la Constitución de dictadura (1980). En la elección de la Convención constitucional se rechazó a los partidos políticos tradicionales y se votó por ciudadanos independientes.
En la segunda vuelta de las presidenciales de 2021 se votó contra la ultraderecha; y el 4 de septiembre, contra el texto constitucional propuesto por la Convención. Votar en contra de algo resulta más fácil que en favor de algo. Y por eso, en el largo plazo, no es fácil reunir voluntades en proyectos colectivos.
La exclusión de los partidos políticos
Los partidos políticos fueron excluidos de la Convención Constitucional y a ella ingresaron muchas personas que, durante décadas, estuvieron marginadas de las decisiones políticas. Por su origen, se comportaron como adversarios en los debates y dificultaron procesos de diálogo que, en Chile, se dieron históricamente entre élites políticas, entre muy pocos y siempre con los mismos.
Del voto voluntario al voto obligatorio
En los comicios de la Convención Constitucional los votantes concurrieron voluntariamente conforme al sistema vigente desde 2013, pero participó menos de la mitad del potencial electoral. Quizá no participaron sectores más moderados que aquellos con clara militancia en el estallido social de 2019, es decir, un electorado más autoseleccionado, politizado e interesado en el proceso constituyente.
Como en el plebiscito el voto fue obligatorio, la participación del electorado fue histórica para el contexto chileno. Quizá muchos de quienes se abstuvieron en la elección de la Convención se sumaron al rechazo del 4 de septiembre anhelando un proceso constituyente con menos confrontación y otro modelo de representación.
El desprestigio y el desarraigo de los partidos
Como planteó Juan Pablo Luna en 2011, los partidos políticos en Chile que fueron estables por su permanencia en el tiempo han devenido en organizaciones desarraigadas, sin las bases sociales de antaño y conformes con buscar cupos para mantenerse en el poder, sin mejorar la calidad de su intermediación y representación.
El desarraigo de la Convención Constitucional
También hubo una desconexión entre la Convención Constitucional con lo que la gente estaba esperando. Muchos redactores de la Carta entraron con una lógica de revancha frente a las instituciones neoliberales moldeadas por Constitución de la dictadura que separó la política del manejo del mercado, con lo cual se construyó una barrera que dejó fuera a mucha gente.
Muchos de quienes entraron a la Convención lo hicieron con ánimo de revancha y para recuperar espacios a toda costa. Subestimaron quizás que el pueblo chileno no esté tan interesado en superar el neoliberalismo y restringir la “libertad” de mercado a la ciudadanía. Eso se vio en las preocupaciones por la pérdida de los ahorros o la propiedad privada, es decir, por la intervención de la política frente a elementos del mercado.
El proceso fue muy frenético
El texto se redactó en apenas doce meses, en medio de la pandemia, mediante un proceso que comenzó con la definición de las reglas de funcionamiento de la Convención, con escasez de recursos y en una carrera contra el tiempo que actuó en contra del objetivo de una participación amplia que recogiera las voces de la ciudadanía desde los territorios.
En la segunda mitad de los doce meses, la Convención abandonó el trabajo territorial y la consulta a las bases y se encerró a discutir el texto. Quizá en ese proceso los redactores de la Carta se aislaron del contexto de las comunidades que los habían elegido. Es una entre varias hipótesis que deben investigarse para entender el rechazo abrumador del 4 de septiembre.
El sentimiento contra las élites
Durante el proceso y luego del triunfo del rechazo se ha argumentado que no pocas convencionales asumieron actitudes de superioridad moral frente a quienes tradicionalmente han ostentado el poder político y económico.
Quizá se trata más bien del surgimiento del antielitismo que puede anteceder al populismo. Es la noción de que la élite y todo lo que la representa –medios de comunicación, Academia, políticos, empresarios, es decir, quienes han tenido acceso al poder– actúan con mala intención.
El antielitismo es un tema clásico a nivel mundial: la ciudadanía es pura, sana y no es corrupta; en cambio, la élite sí es corrupta y solo busca defender sus intereses. En la Convención hubo sectores –particularmente de izquierda– que tenían esta noción. Y no necesariamente vinculada a una superioridad moral frente a otros chilenos sino a una autopercepción frente a quienes históricamente han detectado el poder. Se notó sobre todo al comienzo, en muchos discursos, que poco a poco se fueron decantando.
Los símbolos y el patriotismo
Chile no es un país particularmente nacionalista pero sí ha construido sobre el mito fundacional de ser una sola Patria, una sola Nación y un solo País. Durante muchos años habló de una sola raza, tratando de evitar la distinción con los pueblos originarios. La Convención cuestionó esa narrativa desde el punto de vista legal al abrir, por ejemplo, la puerta a la plurinacionalidad y al Convenio 169 de la OIT que obliga a consultar a los pueblos indígenas sobre decisiones colectivas que puedan vulnerar sus derechos.
Desde el principio hubo incomodidad con los símbolos patrios. En la primera sesión, por ejemplo, muchos convencionales no quisieron cantar el Himno Nacional. Y poco antes del plebiscito en una manifestación en favor del apruebo se vio como una mujer simulaba sacar del ano de otra manifestante una bandera de Chile.
El nivel de desprecio por algunos símbolos patrios pudo golpear emocionalmente a muchas personas que, finalmente, se inclinaron por rechazar el texto constitucional.