El poeta y escritor José Atuesta Mindiola define la vida de Ruth Ariza como una “epopeya en la interminable búsqueda del conocimiento, una estudiosa de la pedagogía, de la historia, de la psicología, de la literatura, de la antropología y de la poesía, participante de foros, como conferencista o moderadora, en esencia una mujer sabia que ama y defiende la diversidad étnica”, dijo Atuesta, y Ruth descubrió su parentesco con Gabo de una manera muy particular.
En la casa de Consuelo Araujo Noguera, artífice del Festival Vallenato, Ruth Margarita Ariza Cotes le mostraba a Gabriel García Márquez el resultado de la investigación que adelantó para explicarle de forma directa todo el detalle del árbol genealógico de la familia del más grande de las letras en Colombia. Ambos se adentraban con detenimiento en los metros de documentos donde se plasmaba el origen materno del nobel de Literatura. Y mientras analizaban descubrieron que eran parientes.
“Yo había hecho una investigación y fui uniendo papeles y papeles, eran como unos cuatro metros, y los puse sobre una mesa larguísima que había en la sala de la casa de Consuelo Araujo y le fui explicando a Gabo todo el origen materno que era primigenio de la Alta Guajira, de Riohacha, de Barrancas, de Fonseca, de todos esos pueblos venía su genealogía”, contó emocionada Ruth, evocando con su perfecta memoria ese suceso de hace 22 años.
«Resultó que la abuela de él, Tranquilina Cotes Iguarán, era hermana de mi abuelo Lázaro Cotes Cotes. De tal manera que Luisa Santiaga, la mamá de nuestro nobel, que era de Barrancas, La Guajira, era prima hermana de mi madre, Josefa Cotes de Ariza, de esta manera yo vendría siendo prima segunda de Gabo, entonces cuando él sabe todo esto, que somos familia, me escribe una dedicatoria en el libro ‘El coronel no tiene quien le escriba’: “Para Ruth de su pariente comprobado, Gabriel García Márquez”». Así lo cuenta mientras señala en la sala de su casa, el cuadro con la fotografía de ese episodio.
Esto ocurrió en Valledupar, en el 2000, 18 años después que García Márquez trajo de Estocolmo el máximo galardón que recibe un escritor: el Premio Nobel de Literatura. Ese año el Festival de la Leyenda Vallenata en su edición número 33 le rendía tributo a Gabo. En su discurso inaugural, Andrés Pastrana Arango, presidente de la República de la época, exaltaba el amor del hombre de las letras por la música vallenata y recordó la frase que “‘Cien años de soledad’ es un vallenato de 350 páginas”.
Y, además de la familiaridad, también los unía la similitud de la historia de Ignacio Márquez, el abuelo de García Márquez, consignada en el libro ‘El coronel no tiene quien le escriba’, quien murió esperando la pensión por haber estado en la guerra. Eso mismo le ocurrió al abuelo de Ruth, don Lázaro Cotes: nunca recibió lo esperado.
La arquitecta, artista plástica, mujer Cafam Cesar y gestora cultural, Yarime Lobo Baute, lideró en Valledupar el homenaje a Ruth Ariza y la describe como “la equivalente al Nobel Literario de la comarca de Macondo, que además de parienta es el referente vivo del poder y resiliencia de las mujeres que no solo rodearon a Gabo, sino a todas las mujeres que, en la búsqueda de la palabra viva y eficaz, el conocimiento de corte universal se convierte en Nobeles de letras vivas”.
50 años dedicados a la enseñanza
Siendo niña, Ruth Margarita tuvo vocación por la lectura, se destacó en la escritura de poemas y la declamación. En 1956 recibió el título de Maestra Superior, al año siguiente inició labores en Barranquilla; luego viajó a Bogotá donde fue docente y alternó su trabajo con los estudios de derecho en la Universidad Libre, allí cursó tres semestres hasta que fue cortejada por su compañero universitario Fabio Ramírez con quien se casó. Laboró en una escuela en Málaga, Santander; llegó a Valledupar siendo docente de español en el colegio Nacional Loperena y después fundó su propio colegio.
Su pasión por transmitir conocimientos y admiración por las comunidades indígenas la llevaron a ser supervisora educativa y recorrer a lomo de mula las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta; además lideró procesos para la formación de maestros indígenas. En 2006 se graduó como antropóloga en la Universidad Nacional de Colombia y al año siguiente se especializó en historia. Cofundó la Academia de Historia del Cesar, el Diario Vallenato y fue fundadora del primer grupo de guías turísticas del departamento.
Desde su casa en Valledupar y escribiendo columnas para un diario local dice que seguirá impartiendo conocimientos. “Yo soy feliz enseñando lo que aprendo, lo que sé. Eso lo heredo de los Ariza, a ellos les gusta enseñar; de los Cotes heredo la irreverencia”, explica 'Mami Ruth', como la conocen sus centenares de estudiantes que hoy agradecen su incansable pasión por enseñar, ser patrimonio vivo y una voz garante de la Madre Tierra.