Primero fueron las competencias en el continente, victorias que dieron nacimiento al sobrenombre de escarabajo. El rumor de que había un grupo de hombres capaces de subir con una facilidad enorme, tan bella de observar pero tan difícil de explicar, cruzó el Atlántico hasta llegar a Europa. El pedalista colombiano se valorizó. Infundió respeto en las altas esferas del ciclismo hasta el punto de convertirse en pieza infaltable en la grandes competencias.
Hoy, 40 años después de que comenzó ese éxodo, los corredores nacionales no conoce de fronteras. Sus pedalazos se han convertido en un pasaporte libre para recorrer el mundo a sus anchas. Y mientras en el Tour de San Luis hay una gran cuota nacional, al otro lado del mundo un colombiano se destaca en la Tour Down Under, competencia que se disputa en Australia y que cuenta con la participación de las grandes figuras de la nación oceánica.
Lea la nota completa en Señal Deportes