Mucho antes de que en el municipio de Contratación ‘Chemita’ fuera seleccionado oficialmente como el guardián de la felicidad, por elección popular, con apoyo de la Registraduría Nacional, el pueblo ya tenía un lado misterioso, cargado, al mismo tiempo, de pesares y de fuerza; esa combinación que dan las cicatrices a los valientes y a algunos afligidos.
Contratación, en Santander, fue uno de los tres lugares con la triste fortuna de alojar en Colombia a las personas enfermas del mal de Hansen que, a finales del siglo XIX, eran obligadas a confinarse allí, separarse de todo lo querido y conocido antes del diagnóstico, y empezar una vida de mucha convalecencia y, seguramente, pocas alegrías.
La lepra, hoy llamada mal de Hansen de manera más usual para evitar el estigma, se consideraba contagiosa por lo que, en los leprosarios, leprocomios o lazaretos, había desde moneda propia hasta un aislamiento total y para siempre del resto del mundo. Solo los sacerdotes católicos, algunos médicos y otros trabajadores para oficios indispensables se quedaban para acompañarlos.
“Contratación tuvo el acompañamiento de la misión salesiana y con ella llegaron sacerdotes y monjas italianos, alemanes, polacos, franceses, argentinos, mexicanos; y con San Juan Bosco, como patrono de la orden, la cultura, el arte y la educación se instalaron con ellos y le dieron al pueblo una vivacidad especial”, explica Pedro Pablo Rincón, artista gráfico, gestor cultural y activista en esta historia.
Es en medio de las soledades del siglo XX, cuenta la tradición oral, que un circo llegó al pueblo, y las gentes alucinaron con los trucos del mago llamado “El capitán Segrada”, tanto así que al momento de irse y seguir su itinerancia, se opusieron.
“El pueblo se amotinó para no dejarlo ir, así que, como buen mago, pactó un sortilegio con los contrateños para que la alegría y la felicidad que les producía su espectáculo permanecieran en el pueblo”, dice Rincón.
El mago, decía la leyenda, entonces enterró un muñeco de guiñol debajo de una de las losas del parque principal y agregó un conjuro: que todo aquel que la pisara quedaría obligado a volver a Contratación.
Desde entonces, y durante décadas, cientos de historias y relatos han dado origen al mito de “la piedra de la felicidad”. Una tradición viva en la memoria de los contrateños y visitantes, que revive con cada nuevo forastero que es llevado involuntariamente a pisar la piedra.
Del mito al hecho
Cortesía: Vanguardia.
Cuenta Pedro Pablo, que en el año 2010 por poco se rompe el hechizo o se pierde el encanto: “estaban remodelando la plaza, cuando le advertimos a los obreros que había un matacho con un poder y un conjuro especial; salieron espantados y dejaron hasta allí el trabajo. El ingeniero, director de la obra, nos dio solo 15 días para hacer el desentierro”.
Fueron entonces convocados titiriteros, magos, saltimbanquis, malabaristas y músicos de todo el país para participar del ritual; era además una prueba de fuego para saber si la leyenda tenía sustento en la realidad; para sorpresa de muchos: dentro de una múcura, amarillento, pero intacto, estaba el muñeco de guiñol del Capitán Segreda.
Como lo que más vale es lo que no tiene precio, el muñeco desapareció, al parecer fue hurtado a los pocos días del desentierro que se realizó el 23 de enero del 2011.
Chemita, el nuevo guardián de la felicidad
Cortesía: Vanguardia
Para proteger a Contratación de haber roto el hechizo de la piedra de la felicidad fue convocada la selección de un nuevo símbolo, esta vez, no solo el Capitán Segreda participó, sino que se realizó una convocatoria abierta en todo el país. Llegaron más de 300 propuestas, al final fueron seis finalistas.
Fue así como a través de una elección popular, en la que los contrateños votaron en tarjetón y en cubículos prestados por la Registraduría Nacional, eligieron a "Chemita", el nuevo guardián de la felicidad.
Al siguiente día enterraron en la plaza del pueblo "al muñeco de la felicidad" para que nunca se vaya de Contratación y para que todo aquel que se encuentre con el sortilegio se vea obligado a regresar.