Muchas personas llegan a sus casas estresados, con dolor de cabeza, con cansancio en los ojos, entre otros síntomas. Es fácil identificar las preocupaciones laborales y personales y a ellas les atribuimos estas sensaciones, pero hay otras causas que a veces pasan desapercibidas y que también nos ocasionan problemas emocionales y físicos. Una de ellas es la contaminación visual, un fenómeno que solemos asociar con las ciudades pero que también afecta al campo. ¿Qué es la contaminación visual, cómo se manifiesta y de qué manera nos perjudica?
“Es fundamentalmente cuando una serie de elementos entran dentro del paisaje pero de manera desordenada, cas invasiva”. Esa es la definición de contaminación visual del arquitecto ecuatoriano John Dunn, que incluye el exceso de publicidad, que según la ley es el factor más importante y el único regulado bajo este concepto; pero también la basura en las calles; la presencia de habitantes de calle y de vendedores ambulantes; los edificios abandonados; los letreros o grafitis que no son expresiones artísticas; los carros mal estacionados y el cableado público.
Sin embargo, r la Ley 140 de 1994, en el caso colombiano, sólo considera dentro de la contaminación visual, el factor publicitario. William Molano, coordinador de Publicidad Exterior Visual de la Secretaría de Ambiente de Bogotá, explica que existen varios parámetros a los que se debe ajustar la publicidad exterior.
“Están enfocados a los lugares donde se debe ubicar la publicidad, los tamaños que debe tener, a la cantidad, los contextos donde se habilita hacer la publicidad y las formas. También se deben tener en cuenta algunos aspectos secundarios pero que también tienen relación con el concepto técnico como luminosidad, movimiento, color y contenido”, precisa Molano.
Sólo en Bogotá, se desmontan al mes entre 10.000 y 11.000 afiches, pendones, pasacalles y avisos que no cumplen con la normativa y se tramitan entre 1.000 y 1.200 solicitudes de registro.
La competencia de las autoridades en este tema es territorial, por eso es difícil armar un panorama de la contaminación visual en Colombia. Jorge Hugo Villa, subsecretario encargado de Espacio Público de Medellín, asegura que las principales infracciones en la capital antioqueña son el volanteo y el uso de publicidad en los postes de alumbrado público.
Las sanciones para quienes generan contaminación visual oscilan entre uno y 20 salarios mínimos mensuales legales vigentes, dependiendo del tipo de publicidad y de la infracción. Además, el contaminante debe pagar una tarifa de desmonte de la publicidad que incumple la normativa. Cabe aclarar que las autoridades pueden sancionar tanto al pautante como a la agencia de publicidad.
Pero la contaminación visual no es sólo urbana, el campo también es víctima de este fenómeno, como explica el Coordinador de Publicidad Exterior de Bogotá: “No es lo mismo controlar la publicidad en las ciudades que en el campo. En el contexto urbano uno ve unas condiciones de publicidad mínimamente reguladas pero apenas pasamos el peaje de salida de la ciudad vemos una proliferación y un desorden en la publicidad, que vale la pena preguntarse qué es lo que está pasando en estas zonas y territorios específicos”.
Adicionalmente, éste es un fenómeno que no sólo afea los espacios, también representa varios peligros para la sociedad. “Así uno pensara que la explosión de leyendas e imágenes no le hace nada a la salud humana, sí hace. Puede causar desconcentración en los ciudadanos al volante, por ejemplo; puede causar estrés y eso está comprobado en estudios internacionales; dolor de cabeza y puede predisponer a los ciudadanos a un efecto contrario al que quiere obtener la publicidad, puede generar prevención, apatía”, señala Molano.
Una encuesta de la Universidad de Nariño, asegura que el 24% de los ciudadanos siente tristeza como consecuencia de los avisos publicitarios y, aunque el 57% dice no experimentar ninguna sensación ante estos avisos, Jaime Luis Vargas, presidente de la Fundación Oftalmológica del Niño y el Adulto, cree que en muchos casos, el efecto se da de manera inconsciente.
Además, la contaminación visual genera problemas de convivencia. Así lo asegura Carlos Jiménez, investigador de la Escuela Bancaria y Comercial de México, quien señala que hay menores índices de tolerancia.
Pocas veces pensamos que el panorama que tenemos al frente es un paisaje contaminado, pero nuestra exposición diaria a él nos hace daño. Y si aún no están convencidos de la importancia de combatir la contaminación visual, concluyo con esta idea de la organización no gubernamental Página de la Vida: “Cuando una imagen supera el máximo de información que el cerebro puede asimilar, se produce una especie de estrés visual, el panorama perceptivo se vuelve caótico y la lectura ordenada del paisaje se hace imposible”.
Por Juliana Cañaveral