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CERRAR

El 2022 en la literatura colombiana

Es imposible recoger en pocas páginas un año de actividades literarias, publicaciones, premios, conmemoraciones. Acá un balance del año 2022 para la literatura colombiana.
Foto: Colprensa
Eduardo Otálora

El inicio de un nuevo año es la oportunidad para revisar cómo funcionaron las cosas en el anterior. En el caso de la literatura, aunque no sea como un cierre contable (que se clausura el 31 de diciembre y empieza de nuevo el 1 de enero) sí se pueden hacer balances de lo que pasó. A continuación, algunos asuntos que fueron importantes para la literatura colombiana.

Biblioteca de escritoras colombianas:

La Biblioteca de escritoras colombianas es un proyecto del Ministerio de Cultura que se inició en 2020, luego de identificar que muchas de las autoras más reconocidas del siglo pasado estaban descatalogas y fuera de circulación. 

Como respuesta a esa situación, un grupo de editoras, lideradas por la escritora Pilar Quintana, identificaron autoras colombianas que debían ser rescatadas, para editar sus obras de nuevo y ponerlas al alcance de los lectores. 

Este año finalmente fue publicada la colección con libros de 18 autoras. Para su promoción se organizaron talleres, conversatorios y lecturas dramáticas en varias regiones del país. Esto generó un gran impacto en el panorama literario colombiano porque permitió darle una revisión a nuestra tradición, nutriendo las voces de los nuevos escritores.

Ferias y fiestas del libro y la lectura:

En 2022 se realizaron en el país, según cifras de la Cámara Colombiana del Libro, 17 ferias. A estas se sumaron múltiples encuentros que propiciaron las editoriales independientes para presentar sus títulos y realizar encuentros entre lectores y escritores. 

Así las cosas, en cada una de las ciudades principales, y en muchas otras poblaciones, se tuvo la oportunidad de reunir público en torno a la lectura, los libros y el arte en general. 

La importancia de esto no sólo radica en las cifras (que, por supuesto, son importantes). El valor está también en que poco a poco se va generando una circulación de libros y autores que permite dinamizar los procesos creativos y las miradas críticas de las personas en las diferentes regiones. Esto puede llevar a algo muy positivo: que Colombia encuentre nuevas formas de contarse.

Premios literarios estatales:

El oficio de la escritura es exigente y casi nunca remunerado. En ese sentido, uno de los mayores reclamos de se hacen es que el Estado debe incentivar y apoyar a los escritores. En esa línea, el Ministerio de Cultura tiene una enorme oferta de talleres de creación literaria en las regiones, en un proyecto llamado RELATA. 

Pero, además de promover la formación, el Ministerio también ofrece un portafolio de premios y reconocimientos. Este año se otorgaron dos de los más importantes. Uno a novela inédita y el otro a novela publicada. 

El primero se lo dieron al escritor bogotano Juan José Ferro por su obra Economía experimental, una novela que sigue los pasos de un profesor de economía durante 4 semestres en los que su vida da un giro de 180º. 

El premio a novela publicada se concedió al caleño José Zuleta por el libro Lo que no fue dicho. Según los jurados, es “una novela personal y existencial que abarca nuestro tiempo y presenta un periplo de iniciación en la vida, de descubrimiento de sí mismo y de la literatura”.

Sumados a estos dos reconocimientos, está el Premio Nacional de Narrativa Elisa Mújica, gestionado por Idartes, en Bogotá. Este es un concurso que reconoce una obra inédita escrita por una mujer. En 2018 lo ganó la sanandresana Cristina Bendek, con su novela Los cristales de la sal, y en 2020 la bogotana Laura Ortiz, con su libro de cuentos Sofoco.

En esta oportunidad la ganadora fue Diana Obando con el libro Erial, una propuesta anfibia que se mueve entre lo poético, lo ensayístico y lo narrativo.

Una breve conclusión:

Es imposible recoger en pocas páginas un año de actividades literarias, publicaciones, premios, conmemoraciones y un largo etcétera. Sin embargo, esta imposibilidad también habla bien de la salud del mundo literario en nuestro país. 

Que no quepan todas las cosas que pasaron quiere decir que fueron muchas. Eso significa que se está dando un importante crecimiento en el sector, que se publica más que hace una década, que hay más personas contando nuestro país desde las regiones, que la literatura está viva, que los planes de promoción de lectura y creación de bibliotecas están dando resultados positivos.

Por supuesto, la senda está apenas señalada. La tarea que queda es nunca dejar de sembrar y permitir que florezca nuestro jardín literario.
 

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