En el alto Putumayo reside una singular comunidad donde el tiempo pareciera avanzar de una manera diferente, mientras lideran acciones propias para cuidar a la madre tierra, promueven las tradiciones ancestrales y el buen vivir con la naturaleza y la paz.
Mario Camilo Guerrero hace parte de dicha comunidad que conforma la fundación Kindicocha, vive en la reserva natural Dantakunapa, (en quechua quiere decir la cuna de la danta) y está ubicada en la vereda La Josefina, en Colón, Putumayo
“Kindicocha que en quechua significa ‘laguna del colibrí’, es una iniciativa situada en el Valle de Sibundoy, alto Putumayo. Con ella los pobladores buscan recuperar oficios ancestrales, congelar el tiempo y conservar más de 480 hectáreas de bosque protegido, seis reservas naturales, la fauna y la flora y con ello lograr la conexión con la naturaleza y construir paz desde el interior”, expresó Guerrero, director ejecutivo de la fundación Kindicocha.
Desde la parte más alta del Putumayo donde nace el río que le da nombre al departamento, cuenta la historia que esta laguna está custodiada por un colibrí que viene del sol, es por ello que la fundación recibe ese nombre para recrear la cosmovisión, la historia y el reconocimiento de este territorio donde el núcleo es la laguna.
“Si bien ahora está disecada, drenada, escondida se ve un valle y la energía de esta laguna sigue creciendo, dando la unión de cuatro municipios (Santiago, Colón, Sibundoy, San Francisco), del pasado, presente y futuro, la fundación Kindicocha se convierte en una ofrenda a esa mágica energía”, agregó Camilo.
¿Cómo viven?
Aunque pareciera imposible en pleno siglo XXI estar alejados de la tecnología y de otros servicios comunes en nuestros días, en esta comunidad hacen uso de letrinas, recogen los alimentos que da la tierra, aplican la medicina ancestral, cultivan las chagras, usan productos cosméticos naturales, hacen compostaje y abono orgánico, buscando cotidianamente que la vida está integrada a la labor de conservación.
Todo inicia a las cinco de la mañana, cuando salen a caminar por la vereda, respirando el aire puro en compañía de tres perros que adoptaron. De regreso cosechan. “Este sábado cosechamos un kilo de frambuesas silvestres; hicimos seis kilómetros de recorrido” precisó Juliana Hoyos Siluan, presidenta de la junta directiva de la fundación. Luego, de 7:00 a 8:00 de la mañana inicia la clase gratuita abierta a la comunidad, es una clase de yoga con meditación y oración por la paz del mundo.
“A las 8:00 de la mañana desayunamos jugo de borojó y guanábana, pan de banano, pan de yuca, aguapanela y para los que quieran un caldito de quinua y papas”, dijo. Además, explicó que de 9:00 a.m. a 1:00 de la tarde es el momento del servicio, donde ayudan a hacer mantenimiento a las cabañas, siembran flores y hortalizas y aprenden interactuando con todas las culturas y personas presentes.
“A las 11:00 de la mañana tomamos un fermento de hongos tibetanos con jengibre y panela. A la 1:00 de la tarde almuerzan todos juntos, sopa de verduras, arroz integral con cilantro y sésamo, cunas, ollucos, maduro asado albóndigas de lenteja y ensalada de hojas y flores de la huerta "no añadimos agua, jugos, ni nada líquido aparte en las comidas principales”, cuenta Juliana.
Las actividades continúan con la práctica de actividades artísticas, donde los niños tienen un espacio para la creatividad. “En la tarde luego de una buena siesta tenemos clase de arcilla con niños de la comunidad empleando el barro que cosechamos en la vereda misma e implementos creados por nosotros mismos en nuestro taller de artes universales”.
“A las 5:00 de la tarde tomamos una aguapanela con aromáticas del bosque y cerramos el día conversando en el changatorium (en quechua significa entrepiernarse) nuestro espacio de encuentro cultural y familiar. Normalmente tenemos ronda de palabra con medicinas naturales para conocernos mejor interiormente, resolver asuntos del día a día y darle tiempo a cada uno para que se exprese. La jornada termina aproximadamente entre 8:00 y 9:00 de la noche donde cada uno se dirige a descansar a su espacio, casa, o alojamiento”, manifestó.
Aporte a la conservación
Desde 1980, Mario Armando Barrera y Carmen Elisa Guerrrero, padres de Mario Camilo impulsaron la reserva de 300 hectáreas en conservación. Más de 300 familias y organizaciones, conformaron la asociación Red Colombiana de Reservas Naturales de la Sociedad Civil, Rednatur.
A través de esta iniciativa se busca unir a indígenas, campesinos, entes gubernamentales, personas de la región y extranjeros que quieren proteger la vida en este territorio tan importante entre los Andes y la Amazonía, rico en cultura, tradición, mestizaje, un lugar lleno de biodiversidad y estratégico en el equilibrio climático donde se resalta la tradición.
Actualmente la fundación Kindicocha protege seis reservas naturales desde el páramo, el bosque de niebla, el pie de monte del Valle de Sibundoy, lagunas, humedales hasta el bosque pie de monte amazónico, hacia Caquetá en la cuenca del río Mocoa y hacia Putumayo en la cuenca del río Putumayo, hacia Nariño cuenca del río Juanambú.
Hay un proceso permanente de exploración de la biodiversidad, del monitoreo del agua, del clima, de la flora y la fauna que permite profundizar esa labor de conservación e integrarla en esos procesos productivos, ecológicos, educativos y de desarrollo tecnológico, espacios de inspiración y exploración donde constantemente están aprendiendo de resinas, tintas, flores, historias de música, instrumentos, artesanías, y sobre todo lo que el bosque produce.
“Honramos a la laguna como madre, como matriz de la vida en el territorio, así se configura nuestra misión reconectando con el corazón de la madre tierra, esta laguna es un útero, es un vientre que nos permite esa reconexión de los seres humanos con la naturaleza, con la madre tierra”, afirmó Mario Camilo refiriéndose a la iniciativa desde la fundación.
En Kindicocha se prestan servicios ambientales, etnosociales, etnoculturales, agroecológicos, y empresariales como aporte, buscando velar por las áreas protegidas. Cada servicio se integra a la cotidianidad.
Oficios tradicionales
Recuperar profesiones, artes u oficios es una apuesta desde la fundación, tales como la medicina ancestral, el cuidado de la chagra, el conocimiento del bosque, estudiar y comprender la historia “la fundación valora y permite el conocimiento de esas profesiones y conocimientos tradicionales, autóctonos dentro del territorio”, así lo dio a conocer Mario Camilo.
Una de las practicas ancestrales es la cerámica como expresión indígena, la cual se ha perdido con el tiempo según Daniel Felipe Hurtado, artista y ceramista quien busca dar ese aporte en el territorio. “La tradición ceramista se desvaneció en el tiempo, antes las comunidades indígenas hacían uso de estas prácticas para crear sus ollas y recipientes de uso diario, con la llegada de plásticos y metales estos conocimientos se fueron perdiendo, me siento muy feliz de encargarme de la recuperación de esta memoria tan necesaria en estos tiempos de tanto consumo y tanta contaminación", dijo.
Utilizar el barro para producir objetos de cerámica es una práctica que ha marcado todas las etapas históricas de nuestro país, en el Valle de Sibundoy, logran la transformación y refinado, las técnicas para poder crear objetos utilitarios para la cocina, estética e instrumentos musicales. Dentro de las piezas elaboradas destacan las vasijas, los vasos, las fuentes, las botellas y los cuencos, sus formas son muy variadas.
Desde la Escuela Andinoamazónica del Buen vivir se recrean esas actividades, integrando el talento humano local a través de talladores, tejedores, ceramistas y el trabajo con arcilla donde se crean implementos de uso cotidiano con el barro, estos oficios se consideran de gran poder, significado y dignidad, una forma de ver el mundo y realizar en diferentes servicios.
Uno de los proyectos de sanación es la depuración, Andrés Tejada, viajero voluntario es uno de los encargados de la alimentación y asistencia en el proceso de las personas que llegan a ‘desintoxicar’ su cuerpo, “desde la cocina asistimos el tema de la alimentación, estamos pendientes de los pacientes, los baños de plantas, las bebidas, el acompañamiento en todo su proceso", explicó.
Construyendo paz
Desde esta comunidad la paz se concibe como una forma de vida. La coherencia entre lo que se dice y se hace es pilar fundamental en la fundación, donde incluso para el uso del inodoro y las necesidades básicas, tienen una letrina y los desechos orgánicos se convierten en abono, no comen animales ni productos derivados de estos.
“Estar en la fundación Kindicocha enseña el buen vivir, comprendiendo que la vida no se trata sólo de recibir o dar si no de la reciprocidad, que la unidad y el amor es la clave para la realización en la vida, con ello podemos decir que nuestra experiencia ha sido muy enriquecedora ya que hemos podido conectar con nuestro ser interior y la madre tierra, siguiendo nuestro camino de buscar un vivir coherente-consciente, compartiendo con seres armoniosos”, dio a conocer Mait Trejos, artista y voluntaria en la fundación.
Transformación etnocultural y voluntariado
“A través de las semillas, el bosque, el territorio, la biodiversidad, se basa el objeto principal que es el cuidado del territorio a través de un sistema cultural, una forma de ver la vida, de generar integración intercultural y transgeneracional en un proceso de sanación, sanación de una memoria de miles de años de interacción cotidiana, co-creación con la vida, los habitantes ancestrales generaron variedades de plantas, tecnologías, aprovechamiento, interacción con el bosque de una manera muy profunda y estable, se busca sanar el proceso de colonización el cual fue muy fuerte y violento, erosionando, atacando, erradicando esa cultura y visión propia”, contó Mario Camilo.
Más de dos mil personas han hecho parte del programa de voluntariado dirigido a viajeros, profesionales, recién egresados y jubilados, quienes realizan desde diferentes profesiones un aporte a la labor de la fundación donde se encargan de propagar especies en peligro, reforestar y restaurar ecosistemas que hayan sido contaminados o deforestados.
Daniel Felipe Hurtado destaca lo que ha significado esta experiencia para él. "El voluntariado para mí ha sido de mucho provecho, conocimiento muy amplio sobre plantas, plantas medicinales, usos y tradiciones, manera de cultivarlas, he aprendido de medicinas naturales, lo que ha sido para mi mayor provecho han sido las prácticas sanas para mi alimentación física y espiritual, un renacer de consciencia, y un sentido de apropiación necesario para la conservación de este territorio", reiteró.