Hace cinco años, en las calles del barrio Villa Docente en Popayán, unos músicos inquietos y fiesteros decidieron retomar la tradición de La Alborada decembrina y, de paso, imprimirles aires urbanos a las viejas chirimías provincianas. Además del homenaje a una de las prácticas musicales más arraigadas en el departamento, Los Lindos Payaneses –como se llamaron una azarosa noche de festejo- han querido poner en el radar de nuevos públicos esas músicas que han sido desdeñadas históricamente.
‘Las alboradas sin ti no son lo mismo’ es el primer sencillo que se desprende de un disco que contiene composiciones originales y algunas versiones de canciones representativas del folclor caucano. Tres miembros de la banda nos contaron algo acerca de las calles donde surgieron estos nuevos ropajes de la chirimía payanesa.
¿Qué es Villa Docente? ¿Por qué es tan importante en la historia de Los Lindos Payaneses?
Nicolás Páez: Después del terremoto de 83 en Popayán, un grupo de docentes provenientes de varios rincones del Cauca empezó un proyecto de vivienda llamado Los Cincuentas. Esto después se convirtió en Villa Docente, un típico barrio de clase media payanesa muy rico en expresiones culturales, pues sus fundadores –los profes- trajeron consigo fuertes tradiciones musicales de los diferentes pueblos, corregimientos y veredas de dónde procedían a donde trabajaban.
Una de esas tradiciones arraigadas es La Alborada, que se celebra entre el 16 y el 24 de diciembre a ritmo de chirimía, pólvora, licor, jolgorio y algarabía. Cada calle del barrio organiza su fiesta y fraternalmente compiten entre sí para ver quién tiene los mejores voladores, la mejor comida, la mejor música, la mejor fiesta.
En medio de esta celebración popular y de recorrer las calles de Popayán todos los diciembres, nacieron Los Lindos Payaneses, una agrupación que también celebra la amistad, la compinchería y el compadrazgo.
Pablo Tobar: Nicolás y Juan José crecieron en Villa Docente. Allí, en una madrugada hace cinco años, nos encontramos para hacer sonar los primeros bambucos chirimeros. Fue en ese nicho cultural donde aprendimos a tocar de manera aficionada y, también, donde empezamos a investigar más a fondo acerca de esta tradición musical.
¿Quiénes son Los Lindos Payaneses? ¿Son músicos que provienen de la tradición de la chirimía campesina?
Nicolás Páez: Somos músicos urbanos que no tocamos chirimía de forma consagrada. Muchos de nosotros hacemos parte de proyectos muy variopintos, que ya cargan una buena historia en la escena musical en el Cauca y, sobretodo, en la ciudad de Popayán. Casi todos nos dedicamos a la música de manera profesional: unos son licenciados, otros graduados de instrumentistas y otras son profesionales de la gestión.
Aunque con los otros grupos nos hemos acercado de algún modo a esta tradición, ha sido con Los Lindos Payaneses que hemos podido acercarnos y tocar a nuestra manera la chirimía de flautas y tambores de tradición caucana.
Pablo Tobar, uno de los flautistas, es compositor y tiene una banda llamada La Errática que hace chirimía caucana con música electrónica; Juan José Delgado, el tamborero, dirige La Jacaranda, un referente en la ciudad del reggae y el ska.
Por su parte, David Jaramillo, El Jara, toca la flauta y hace parte de una agrupación de jazz llamada Guaita. Ricardo Sánchez, el otro tamborero, es un baterista de amplia trayectoria en la región tocando en grupos bien conocidos como Viento en Popa Ensamble y Son Manicomio; Jean Paul, el redoblantero, tiene una tienda de instrumentos musicales acá en Popayán. Laura Gutiérrez, quien toca los mates (o maracas) co-dirige el Festival de Jazz y Músicas Caucanas, es socióloga y ha trabajado en grupos como Manteca Blue. Por mi lado, soy el charrasquero y dirijo a Los Pangurbes y el Ciudeblo, una agrupación que tiene raíz en la música del Pacífico colombiano.
¿Cómo ha sido trasladar esa música de su ambiente natural a la ciudad?
Juan José Delgado: El escenario ideal para la chirimía siempre ha sido muy discutido por todas las personas que interpretan la chirimía. Por un lado, porque el ecosistema de estos conjuntos pulula y se concentra en Semana Santa y las fiestas decembrinas.
En estas fechas, las chirimías provincianas migran hacia la capital del Cauca y se muestran como una expresión cultural viva que se adapta a cualquier lectura: la del turismo, la de la experiencia etnomusicológica y académica, la de la expresión marginada y transversal a las costumbres conservadoras de la Popayán colonial.
Cuando iniciamos con nuestra chirimía teníamos muy claro que hacía falta un lugar sin explorar: el de la chirimía con espíritu joven y urbano, irreverente, cargada de elementos paganos y que insinuara algo culturalmente incorrecto, extravagante.
En esta búsqueda, lo que inició de manera espontánea, se convirtió en un oficio y un aprendizaje constante. Nos empezaron a contratar para amenizar novenas y alboradas de otros barrios. Después llegamos a otros escenarios públicos como parques y plazoletas. Algunas empresas de la ciudad nos convocaron para amenizar la navidad. De este modo empezó el recorrido por el mundo patojo: con un plato de noche buena, un aguardiente o un tamalito de pipián decembrino.
Además de la fiesta, hay una clara postura política que atraviesa el trabajo de Los Lindos Payaneses…
Juan José Delgado: Todo este nuevo contenido estético trasporta el imaginario de flautas y tambores a espacios inusuales como una discoteca popular de un barrio periférico, con sus sillas rojas y el aguardiente en la mesa.
Pocas veces nos quedamos en la quietud: tratamos de retar las voces hegemónicas de la cultura del departamento. Por eso tomamos la decisión de hacer un disco en un contexto urbano que, aparte de la emblemática grabación del grupo Alma Caucana en 1975, carece de referentes.
A donde sea que vayamos, Los Lindos Payaneses haremos de la noche una verbena con bambucos, pasillos, cumbias y marchas. En nuestras mochilas cargamos una flauta, unos mates, una charrasca y un aguardiente; en nuestros corazones un amor incondicional por el Cauca.