En septiembre de 1975 salió la primera edición en vinilo de ‘Canticuentos’, álbum emblemático de música infantil. 45 años después, celebrando su 70° aniversario, Codiscos lanza una nueva versión en vinilo que contiene 24 canciones.
La empresa discográfica reeditó este álbum que fue dirigido por la chilena Marlore Anwandter e interpretado por sus hijos y los de Roberto Rico. Temas como ‘La Bruja Loca’, ‘Sammy el heladero’, ‘La iguana y el perezoso’, ‘El pájaro carpintero’, hacen parte de la nueva versión en vinilo/LP y también se podrán disfrutar en la página de Codiscos y en plataformas digitales.
En entrevista con La Onda Sonora, Marlore Anwandter, periodista, pianista y compositora de los ‘Canticuentos’, habló del lanzamiento del álbum y de su estancia en Colombia, lugar que la inspiró para componer las rondas infantiles.
¿Qué pasó hace 45 años cuando usted llega a Colombia y empieza a componer estas canciones de ‘La iguana’, ‘El pájaro carpintero’ y demás canciones infantiles? “Cuando yo llegué a Colombia encontré un país maravilloso. Yo soy amante a la naturaleza, y la naturaleza colombiana me llenó el corazón. La gente también. Tan amable, tan señorial. Un país extraordinario. Muy diferente la naturaleza a Chile que tenemos tanta montaña y es otro tipo de naturalidad.
Los páramos verdes, los Andes verdes me llamaron la atención. Sobre todo, los animalitos a los que los quiero tanto. Yo siempre digo que fue Colombia la que me regaló a mí ‘Canticuentos’. En todas partes veía yo un cuentecito. Le puse música, pero en realidad es un cuento”.
Cuéntenos la historia de la canción ‘La iguana y el perezoso’. ¿Cómo la creó y qué la inspiró? «Yo no conocía tierra caliente ni tierra fría. Hicimos un viaje para conocer tierra caliente en auto. Había un muchachito que estaba vendiendo una iguana. Yo tampoco había visto una iguana. Ahí estaba debajo de un paragüitas vendiéndola.
Estaba lloviendo. A mí me dio tanta tristeza de la pobre iguana mojada. Yo dije, “Oh, a lo mejor la pobrecita una tacita de café caliente. El café tan lindo de Colombia le haría muy bien”. De ahí nació la canción. Ojalá que el muchachito no haya vendido la iguana y se la haya llevado a su casa».
¿Quiénes conformaban la nómina de niños y músicos que grabaron en su momento los canticuentos? ¿De dónde salieron ellos? «Al principio eran mis hijos. Iban al colegio con unos muchachos que se hicieron muy amigos de la familia Rico. De Roberto Rico, el papá. Él era muy músico. Tenía un corito familiar en su casa y siempre cantaba con sus hijos y con los niños de alrededor. Cantaban en las iglesias, también.
Después yo le dije: “Oye, ¿por qué no ofrecemos estas canciones en un disco?” Empezamos el coro con los niños de ellos, que eran cuatro, y con nosotros, que éramos cuatro. Y ahí está la vocecita del pirata feroz, la jirafa Margarita, del avión minino. Con esos empezamos un corito muy pequeñito.
Cuando volvíamos a Bogotá, los chicos Rico tenían otros amigos que les gustaba cantar. Así fue creciendo el corito hasta que terminamos, años después, con veinte cantantes de todas las edades. Nosotros seguíamos creciendo en años y seguían entrando nuevos. Niñitos chicos. Siempre voluntarios. Un coro espontáneo. Nada profesional. Nunca fuimos nada profesionales ni nos imaginamos que esto iba a tener esta acogida tan esplendorosa».
Ustedes estaban viviendo en Bogotá, pero los estudios de grabación de Codiscos quedaban en Medellín. Debían viajar para grabar las canciones ¿Cómo era ese proceso? “Claro. El primer viaje lo hicimos en tres auticos pequeños. Renault se llamaban. Los Renault chiquiticos que había en ese tiempo. No sé si están todavía. Ojalá que estén porque eran maravillosos. Ahí nos íbamos a Medellín.
Llegamos. Al otro día, en la mañana, a las 7:00 de la mañana ya estábamos frente al estudio. Nunca nadie había estado en un estudio de grabación, así que era todo novedoso, pero estos niñitos trabajaron como profesionales. Grabábamos desde las 7:00 de la mañana hasta las 7:00, 8:00 de la noche y, a veces, hasta media noche porque teníamos los días contados. Debíamos volver a Bogotá.
Era como una aventura, pero estos niños se comportaron como héroes y como profesionales. Les hacían sacar canas verdes a los músicos que tocaban los instrumentos. Para acompañar se grababa todo al mismo tiempo: voces y músicos.
Si se equivocaba un niño, había que empezar todo de nuevo con los músicos muy enojados; y si se equivocaba un músico, entonces los niños se enojaban porque había que comenzar todo de nuevo. Después, ya con los años, la técnica fue mejorando y los errores no importaban. Era maravilloso”.
Son 45 años del lanzamiento del volumen I de los Canticuentos y 70 años de la disquera Codiscos, ¿Qué opina usted de esto? De la posibilidad de tener nuevamente los Canticuentos en discos de esos grandes de vinilo que se ponían con la agujita de 33 revoluciones por minuto. “Es como volver a tiempos felices. A tiempos de no tanta tecnología. Que gusto. Para mí ha sido un honor la edición de este disco que casi no la puedo describir. Es maravilloso. Vuelven los recuerdos. Vuelve todo al presente. La vida es un recuerdo que va caminando con el tiempo presente”.
En nombre de todos los niños y de quienes fuimos niños, ¡gracias Marlore Anwandter!
Escuche aquí la entrevista completa con Marlore Anwandter, compositora de los Canticuentos.