Por: Ángel Batista.
Andemos. Franja de análisis y convivencia
Muchos habitantes de Policarpa en Nariño tienen muy presente en la memoria los años en los que el río Patía fue el escenario del enfrentamiento de grupos armados de todo tipo.
De las cerca de 18.800 personas que habitan el municipio, aproximadamente 10.600 figuran en el Registro Único de Víctimas al haber vivido de primera mano los desplazamientos, extorsiones, secuestros, homicidios y delitos contra la integridad sexual que trajo consigo el conflicto.
Según cifras de la Unidad de Víctimas, durante los años en que se enfrentaron sin descanso los grupos armados 14.480 personas salieron del municipio, mientras que 5.637 llegaron provenientes de otros lugares en busca de mejores oportunidades.
Además, Policarpa es una de las poblaciones junto a Barbacoas, Magüí Payán, Isacuandé, El Charco y Tumaco que más han sido afectadas por la minería ilegal por lo que se ha generado un creciente interés en el control territorial de la región.
Sin embargo, después de los años en los que fueron víctimas de las consecuencias que trae conflicto armado, la comunidad policarpense se considera un pueblo resiliente, que a través de sus liderazgos comunitarios quiere convertirse en un ejemplo mundial de paz y reconciliación.
Nuevas historias: la música, el deporte y el sacha inchi
Para su alcaldesa, Claudia Cabrera, Policarpa tiene ante Nariño y el mundo una imagen positiva al centrarse en escribir nuevas historias que creen nuevos recuerdos de convivencia entre sus habitantes en vez de quedarse en el recuerdo de viejos rencores.
“Tenemos que contagiarnos de la paz. Tenemos que empoderarnos y convencernos de que la paz es nuestra y que comienza desde cada uno de nuestros corazones. Desde la construcción entre todos es que podemos generar cambios” afirma la alcaldesa.
Una de esas historias es la de la agrupación musical infantil de la Fundación Nacional Batuta compuesta por niños del municipio que cree en la música como herramienta de reconciliación.
“Uno de nuestros objetivos es difundir la música y el arte pertenecientes a nuestro folclor. Esperamos que la cultura sea ese proyecto de reconciliación y construcción de paz mediante algo que disfrutamos todos” asegura Milthon Benavides, director de la agrupación.
Las fiestas patronales que se celebran en noviembre son alimentadas por los grupos de danza que Luis Fernando Sánchez coordina y que buscan unir a los habitantes del municipio en torno a los ritmos nacionales y andinos.
Por su parte, el corregimiento de Ejido se ha convertido en símbolo de educación y deportes en el municipio. Sánchez coordina la constitución de equipos de baloncesto, ciclismo, futbol y la práctica del montañismo: una de las actividades preferidas por los niños y turistas que visitan Policarpa.
Otra de las historias que existen en Policarpa tiene que ver con sus proyectos productivos. Adonías Lagos es un habitante de Policarpa que en numerosas ocasiones le tocó abandonar sus tierras por la influencia de los actores armados. En un nuevo comienzo, ha iniciado el trabajo con el sacha inchi, un grano con propiedades similares a las del maní.
“Apenas estamos empezando con el sacha inchi, pero hemos hecho un buen proceso de principio a fin. Por lo que nos damos cuenta de que podemos seguir trabajando con él y seguir dándolo a conocer que es bien importante” dice don Adonías.
Al ser uno de los pocos alimentos con omega 3,6 y 9, el sacha inchi se ha convertido en una salida económica para don Adonías y junto a otros campesinos de la zona que han encontrado en el grano una alternativa de vida.
Desde Policarpa comercializan con pobladores del Valle el grano tostado y molido para su consumo, mientras se estudia el proceso de iniciar la venta del aceite de sacha inchi por sus innegables propiedades nutritivas.
La alegría, la gastronomía y la capacidad de resiliencia son características que han cambiado el semblante de una población como Policarpa que espera que mediante estas nuevas historias que se escriben regrese la tranquilidad a la región.