El pasado 8 de abril la sala segunda de revisión de la Corte Constitucional, ordenó la Sentencia T-082 de 2025, en la que instó al Gobierno Nacional en cabeza del Ministerio de Salud y Protección Social, para que reglamente lo relacionado a la atención intercultural en materia de salud mental de los adolescentes que pertenecen a las comunidades indígenas.
La sentencia tuvo raíz en el caso de una adolescente indígena de 17 años perteneciente a una etnia de la Amazonía, que por segunda vez atentaba contra su vida tras una crisis emocional, mientras estudiaba como residente en una institución educativa lejos del resguardo indígena al que pertenece.
La menor fue atendida médicamente en el hospital local; pero este mismo, con el aval del rector del colegio, decidió remitirla a un centro de atención mental de mayor complejidad, ubicado aún más lejos de su resguardo.
Esa medida omitió por completo la solicitud del padre de la niña, quien había solicitado que se remitiera a un centro más cercano, con el fin de que su comunidad pudiera también brindar apoyo a través de tratamiento tradicional indígena.
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En ese sentido, la sala concluyó que la protección del derecho a la salud mental no puede excluir ni desconocer el derecho a la identidad indígena, y aunque si bien se garantizó el derecho a la salud mental de la menor, la remisión médica no tuvo en cuenta los impactos a su identidad cultural.
Como el anterior, son muchos los casos que se dan el país donde niños, niñas, adolescentes y jóvenes indígenas, salen de manera obligada de sus territorios a entornos educativos distintos y descontextualizados, que en la mayoría de los casos no tienen un mínimo de enfoque étnico y cultural indígena.
Suicidio en la Amazonia: un problema que requiere atención urgente

Según el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, en 2021 la tasa de suicidio en la Amazonia colombiana fue de 9,87 % por cada 100.000 habitantes, casi el doble del promedio nacional.
Amazonas, Vaupés y Guainía, no solo son los departamentos con mayor población indígena, sino que también tienen el índice más alto de suicidio. En agosto de 2023, la Defensoría del Pueblo informó que ese departamento registró 68 casos de suicidios, 35 correspondían a niños, niñas y adolescentes entre los 10 y 19 años.
Para Gina Coral Palchucán, mujer indígena del pueblo Pastos y médica especialista en Psiquiatría e investigadora del suicidio en pueblos indígenas, el tema va más allá de las enfermedades mentales, y tiene su raíz en los procesos de determinación social.
“Factores como la descontextualización de los entornos educativos, la desterritorialización, problemas como el conflicto, los grupos al margen de la ley y los procesos de extracción de minería extractivista, generan la fragmentación de las comunidades, desplazamiento y pérdida del territorio”, dice la Psicóloga.
La investigadora también afirma que, en investigaciones realizadas en los últimos 20 años, se ha logrado identificar que uno de los mayores detonantes para el suicidio en los adolescentes, tiene que ver con la crisis de la identidad que llega en esta etapa de la vida.
Señala que ser indígena fuera del territorio con la descontextualización territorial, en lugar de ser un factor protector, a los adolescentes se les vuelve un factor de riesgo:
“Es un factor que los lleva al consumo de sustancias psicoactivas, a sentirse distintos en un territorio que les es ajeno, que es distinto a sus costumbres, el no tener acceso a sus propias tradiciones y costumbres, es una de las cosas que afecta y genera estos desenlaces de suicidio”.
En este orden de ideas, también es importante mencionar que algunos líderes indígenas y mayores consideran que la llegada de la energía eléctrica y la implementación de tecnologías como el celular y el internet han cambiado el estilo de vida de los más jóvenes.
Esto ha ocasionado que niños y adolescentes colaboren menos en tareas domésticas y dediquen mayor tiempo al ocio de las redes sociales y las pantallas, generando así desacuerdos, falta de respeto a la autoridad y graves conflictos dentro de los mismos resguardos.
La salud mental para los pueblos indígenas

Según investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (Sede Amazonia), para los habitantes de la comunidad Tikuna de Nazareth la salud mental significa “estar fuerte”, porque cuando una persona está fuerte mentalmente, los espíritus no pueden entrar en su cuerpo para hacerle daño u obligarla a hacerse daño.
Para estar fuerte son necesarias las protecciones de los médicos tradicionales, quienes colaboran para que una persona tenga equilibrio en los cuatro pilares del pensamiento tikuna: kua̰(sabiduría o conocimiento); pora (poder o fortaleza); naẽ (pensamiento); y maü̃(vida).
Pero en cuanto al suicidio, desde su punto de vista tradicional, resaltan la presencia de seres de la selva peligrosos que colocan trampas para llevar a las personas hasta la muerte.
Gina Coral, explica que dentro de la perspectiva de las comunidades indígenas no existe una traducción en ninguna lengua materna, al menos en Colombia, de algo que se entienda como la salud mental, y eso genera descontextualización porque no existe un concepto de qué es la salud mental dentro de las comunidades.
No obstante, se puede considerar que hay aproximaciones: sistemas de creencia, cosmovisiones de lo que puede representar el bienestar en general, y dentro de ese bienestar, más que la salud mental, está la salud y el bienestar espiritual.
De ahí que tome tanta relevancia esa nueva sentencia de la Corte constitucional con la que empezamos este artículo, pues si bien el gobierno colombiano ha implementado algunos programas de prevención, el suicidio en pueblos indígenas es un problema complejo, y abordarlo con soluciones culturalmente adaptadas puede traer resultados positivos y sostenibles en el tiempo.
Todo está dado para que la medicina convencional, se articule con la riqueza de esos saberes ancestrales que pueden aportar a la comprensión del bienestar mental, el bienestar emocional, la espiritualidad, y al propósito mismo de la Organización Mundial de la Salud, que en últimas, es lo mismo que buscan los pueblos indígenas: el buen vivir, la armonía con nosotros mismos y con nuestro territorio.