“Realmente la salvación está en cuidar el planeta, el bosque, el agua, la biodiversidad, porque nosotros hacemos parte de ellos y ellos de nosotros, es simplemente estar conectados”, relata Daniel Cadena Galvis, beneficiario del proyecto ‘Bosques de Vida’, quien por más de 40 años ha desarrollado labores en su finca en la vereda Mapoy de Tame, Arauca, bajo un criterio ambientalmente sostenible.
Mapoy se encuentra a 20 kilómetros del casco urbano de Tame, por la vía nacional que conduce a la ciudad de Yopal. Son 34 familias de las veredas de Mapoy, Caribabare, Puna-Puna, La Lobería y Sabana La Vieja quienes hacen parte de este proyecto comunitario, de ellas, 13 familias pertenecen a la Asociación Vivero Comunitario Morichales de Vida – El Mapoy –, encargados de proveer más de 100.000 plántulas nativas, entre ellas, saladillo, pardillo, aceite, cedro amargo y moriche.
Las familias del vivero son las encargadas de recoger las semillas. “Ellas más o menos aguantan cinco o seis días para reventar, luego nace la plántula; en ese proceso se espera por ahí un mes, se le está echando agua, luego se pasa a una bolsa donde ella va a tener el crecimiento y más o menos con un porcentaje de altura de 30 a 40 centímetros, se saca y se siembra en los campos”, explica Jaider Blanquisett Martínez, representante legal de la Asociación Vivero Comunitario Morichales de Vida.
En el punto número uno del Acuerdo de Paz se fijaron bases para la transformación estructural del campo. En este propósito se estableció el punto 1.1.10 que busca delimitar la frontera agrícola y proteger las zonas de mayor interés ambiental, mediante estrategias que articulen la protección del medio ambiente y el bienestar para quienes ocupan y cuidan estos territorios.
Según la experiencia de Daniel ‘‘fue un proceso a través de las décadas encontrar una fundación o una organización que fuera afín con la vocación de que las fincas tengan un manejo productivo pero que sean viables ambientalmente, y la fundación de La Palmita se conoció a través del internet”.
Este proceso comunitario de restauración nació en el 2015 con Fundación Reserva Natural La Palmita Centro de Investigación y la comunidad del Vivero Comunitario, identificando la necesidad de mantener el agua y conservar las fuentes hídricas por los acueductos veredales. En 2018 lograron la cofinanciación del Proyecto Morichales de Vida (de ahí el nombre de la asociación) el cual fue apoyado por el Acuerdo para la Conservación de Bosques Tropicales (TFCA).
“Este proyecto lo logramos escalar después de tener tres años de trabajo y de lograr la restauración no solamente de 26 hectáreas sino de 32, de generar una conciencia en el territorio e identificar mayores necesidades y donde otras veredas empezaron a trabajar. Aplicamos a la convocatoria del Programa Colombia Sostenible en 2019, así logramos ampliar y escalar nuestra iniciativa”, manifiesta Carolina Mora Fernández, directora de Fundación La Palmita, que acompaña la ejecución y administración del proyecto ‘Bosques de Vida’.
En el año 2020 el proyecto ‘Bosques de Vida’ obtuvo la cofinanciación por el Programa Colombia Sostenible adscrito al Fondo Colombia en Paz, con el propósito de restaurar y conservar 987 hectáreas de ecosistema de piedemonte araucano por medio de actividades e incentivos por Pagos por Servicios Ambientales (PSA), permitiendo la generación de empleos e ingresos para las familias beneficiarias, pero a su vez logrando la reconstrucción del tejido social que se ha visto afectado por el conflicto.
“No hay personas más comprometidas que mis amigos del Vivero Comunitario y toda la comunidad de Tame que nos ha venido apoyando, no solamente con las áreas que se están restaurando y cuidando, sino también con la implementación de prácticas productivas sostenibles en ganadería y cacao, que es, principalmente, donde estamos trabajando”, dice Carolina.
Al día de hoy Daniel hace parte de este proyecto en zona de restauración de su finca para sembrar árboles nativos y este proyecto le ha permitido conservar 8 kilómetros de bosques que atraviesan la finca por todo el centro.
“Hay agua por donde sumercé quiera, prácticamente nacen tres caños dentro de la finca. Eso nosotros siempre lo hemos conservado y, hoy en día, uno dice que valió la pena hacerlo, porque con todo lo que está haciendo el cambio climático en el mundo, nosotros simplemente hemos blindado eso”, dice con satisfacción.
Para Jaider este proyecto comunitario de restauración ambiental ‘‘ha sido algo maravilloso, porque se está tratando del ambiente y la naturaleza, y se está dando para que tengamos para nuestros hijos algo y que ellos puedan vivir y sostenerse en este mundo, porque de lo que se trata es que haya más vida y paz para nuestros hijos”.
Por su parte, Daniel resalta que “lo bueno es que siempre hemos tenido esa tendencia y afinidad en que se puede tener un manejo productivo en la finca, pero siempre teniendo en cuenta sin alterar el medio ambiente, y así, el fortalecimiento del tejido social con la comunidad”.
De acuerdo con el Centro de Monitoreo de la Conservación del Ambiente, Colombia hace parte de los 17 países con mayor biodiversidad, un país con grandes riquezas naturales, belleza geográfica y diversidad de sus ecosistemas, los cuales se han visto afectados por el conflicto armado y este territorio del departamento de Arauca, no ha sido la excepción, además de la deforestación, el impacto de las actividades de los hidrocarburos y la ganadería extensiva.
Es por eso que estás 34 familias que han sido afectadas por el conflicto y hacen parte de este proyecto comunitario de reforestación y conservación ‘Bosques de Vida’, están convencidas que es posible construir paz si se trabaja en equipo.
‘’Yo lo que pienso es que hay que conectarse con la naturaleza, realmente todos hacemos parte de un engranaje. Nadie está suelto. Usted lo que debe ser es una pieza que permita se engrane todo ese proceso’’, dice Daniel Cadena.
Por último, Jaider Blanquisett invita a la comunidad y a los viveristas a “que trabajemos y seamos las personas que le aportemos a este planeta tierra, y sigamos sembrando vida a la naturaleza, para que en un futuro nuestras familias y nuestros hijos vivan en paz’’.
Es así como estas familias campesinas del municipio de Tame, en torno a la protección de los recursos naturales y el trabajo comunitario, le apuestan a la reconstrucción del tejido social y la paz.