En la intersección de los ríos Mira, Mataje y Guáitara, las comunidades que habitan el piedemonte costero y el sur de Nariño viven en un delicado equilibrio con la naturaleza. Estos cuerpos de agua no solo son esenciales para su subsistencia, sino que también son símbolos de su identidad cultural. En este contexto, la voz de tres mujeres se alza con fuerza, defendiendo y protegiendo el agua que da vida a sus familias y comunidades.
Silvia Magnolia Ordóñez, recolectora de piangua en Tumaco, es un claro ejemplo de esta conexión, "el río es nuestra vida", afirma con determinación, consciente del sustento que el río Mira proporciona a su hogar. Esta misma pasión por el agua es compartida por María Jael Cuaical, una indígena del resguardo del gran Cumbal, quien siente el legado de sus ancestros en cada gota del río Guáitara, "aún tenemos nuestro taita volcán y la mamá laguna", dice con orgullo, enfatizando su compromiso con la preservación de las fuentes de agua.
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La situación, sin embargo, no es sencilla. Fanny Portillo Bedoya, defensora del agua en Ricaurte, señala las amenazas que enfrentan los ecosistemas locales, como la expansión agrícola y la contaminación, "a veces, el ganado llega a los arroyos que abastecen las fuentes", advierte, reflejando la creciente presión sobre estos recursos vitales. A esto se suma la falta de infraestructura adecuada, como el alcantarillado, que complica aún más la situación.
Las tres mujeres comparten una misión: proteger los ecosistemas que las sostienen. "Cada vez que se tala un manglar, una especie desaparece", lamenta Silvia, quien ha visto cómo la deforestación afecta la biodiversidad en su región. En respuesta, campesinos, indígenas y afrodescendientes han unido fuerzas en una gestión integrada de recursos hídricos, promoviendo iniciativas de reforestación y sensibilización comunitaria. "Comienza por tomar conciencia", reiteran, conscientes de que las acciones de hoy impactan el mañana.
Es esencial reconocer el papel crucial que estas mujeres desempeñan no solo en la protección de sus tierras y ríos, sino en la construcción de una sociedad más equitativa y sostenible. Iniciativas como el Proyecto Cuencas Binacionales Mira, Mataje, Carchi-Guáitara reflejan el compromiso colectivo por la conservación y el empoderamiento, demostrando que su labor es fundamental para la resiliencia y el desarrollo de sus comunidades.
La Voz de María Jael Cuaical: defensora del agua
María Jael Cuaical, presidenta de la asociación agroecológica y ambiental Sinchymaqui, ha dedicado su vida a la conservación de las fuentes hídricas en su comunidad. "Vivir aquí es un regalo y un reto", dice, mientras observa la laguna de La Bolsa, un recurso crucial que se ha visto amenazado por la deforestación. A pesar de las dificultades, su esperanza es firme: "Cuidar nuestros recursos naturales es cuidar nuestra paz".
Fanny Portillo Bedoya: la guardiana de la quebrada
Desde su infancia, Fanny María Portillo Bedoya ha sentido una profunda conexión con la naturaleza. Parte del Grupo Ecológico Los Tira Puentes, se enfrenta a múltiples desafíos, incluidos la expansión agrícola y la crisis del oleoducto trasandino. "Es desesperante ver cómo hemos tenido racionamiento de agua", confiesa, pero su determinación permanece intacta. "Invertir en el medio ambiente es invertir en el futuro".
Silvia Magnolia Ordóñez: la protectora del manglar
En Tumaco, Silvia Magnolia Ordóñez se ha convertido en una líder en la defensa del manglar. "Sin el manglar, nuestras vidas serían un desastre", afirma, organizando a las mujeres del Pacífico en una lucha por la conservación de este ecosistema vital. "Es nuestro deber cuidar de él para las futuras generaciones", dice, comprometida con la reforestación y el rescate de su hogar natural.
En un mundo donde los recursos hídricos están bajo amenaza, la lucha de estas mujeres es un recordatorio poderoso de la importancia de proteger el agua. Su labor no solo garantiza la supervivencia de sus comunidades, sino que también sienta las bases para un futuro más sostenible.