En dicha galería se exhibían y vendían algunas de las obras más conocidas del maestro Obregón, pero no tenía autorización de los herederos del pintor y escultor colombo español.
Este caso se conoció luego que un investigador adquiriera una barracuda por 300 mil pesos, que elaboraba el dueño del local en madera y sin ponerle firma, pero que no contaba con el permiso para reproducir las piezas.
Al conocer este caso, el dueño de la galería fue condenado a cinco años de prisión domiciliaria, sin embargo, su abogado alegó que se trataba de una imitación y no una reproducción de la obra de Obregón y que no había afectado el patrimonio de los herederos.
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En este último punto, la Corte Suprema le dio la razón y lo absolvió al considerar que si bien si existió una falta a la ética y las imitaciones eran burdas, no generó daños económicos ni afecto el nombre del artista.
“Para que haya delito, el daño al patrimonio del autor debe ser “irrazonable”, y en este caso no se demostró la afectación económica”, precisó el alto tribunal.