La necesidad de no criar más hijos para la guerra llevó a un grupo de mujeres del Catatumbo a pensar que la organización social sería la única llave que les permitiría ofrecer alternativas de participación comunitaria, donde aquellas personas que están en el olvido, puedan resistir en el territorio. Bajo esta idea nació la Asociación de Mujeres del Catatumbo que, por medio de talleres, capacitaciones, conversatorios y actividades culturales, recreativas y deportivas, incentiva a los jóvenes a construir tejido social.
Además, con jornadas pedagógicas, se promueve la participación en procesos colectivos mediante los consejos de juventudes, mesas de víctimas, juntas de acción comunal, siempre de la mano de mujeres que se han convertido en el resguardo de todos los jóvenes en el Catatumbo. Así describe Olga Lucía Quintero, integrante de la Asociación, las acciones que realizan para superar las heridas de la guerra.
Entre las actividades se cuenta un con un taller de Seguridad Digital, con el fin que las mujeres aprendan a protejan sus archivos personales. Además, participan en transmisiones en vivo donde especialistas en derechos humanos les enseñan temas como la autonomía de decidir sobre sus cuerpos.
Así mismo, son partícipes de diálogos organizados por la Comisión de la Vedad en temas sobre recomendaciones para no repetición de hechos victimizantes.
También realizan conversatorios bajo la temática “Miradas intersectoriales para la incidencia feminista y en equidad de género".
En el corregimiento de la Gabarra se encuentran liderando la Escuela de Arte, Música y Deporte por la Paz con la intención de presentar alternativas a 100 niños que, según ellas, están en riesgo de reclutamiento, explica Jhoana Manrique, integrante de la Asociación de Madres.
Por medio de su espacio presentan alternativas de formación en derechos humanos para que las nuevas generaciones encuentren mecanismos de desarrollo humano; una apuesta para salir de las economías ilícitas y del conflicto armado que azota la región.
Hoy entre sus posibilidades se encuentra “entre plumas y espadas”, una apuesta literaria donde ocho mujeres de la asociación recrearon por medio de poemas la resistencia que se vive hace décadas en la región. “Ahí estamos todas nosotras, con cada una de nuestras historias”, añade la presidenta de la Asociación, Carmen García.
A Carmen la envuelve la esperanza. Comenta entre risas que pueden ser 800 mujeres las que trabajan por la paz en Colombia, un mensaje que llega a cada rincón con la intención de decir: “no más armas para los jóvenes y los niños en el Catatumbo”.
La Asociación de Madres del Catatumbo por la Paz, nació el 29 de mayo de 2019, 20 años después que hombres armados llegaran a la vereda Kilómetro 16 del municipio de Tibú a cometer uno de los actos más violentos contra la población civil en esta localidad del Catatumbo. En un primer momento nacieron con el propósito de salvar la vida de todos los jóvenes en la región.
“Con el Acuerdo de Paz (2016), nos dimos cuenta que nos estábamos matando entre nosotros, desde ese momento decidimos que alguien debía estar ahí para que con ideas nos paráramos en la mitad y decir que la guerra debía parar, y así poder presentar alternativas de cambio para nuestros hijos”, cuenta García, quien explica que “ahí mismo donde murieron nuestros compañeros a manos de paramilitares en una cancha, nacimos 20 años después, donde nos levantamos y les dijimos a todos que no íbamos a parir más hijos para la guerra y comenzamos a organizarnos”.
Actualmente son un grupo de 250 mujeres que se despliegan por los once municipios de esta región. Todas son mujeres campesinas que sufrieron a lo largo de la historia las consecuencias de la guerra. Hoy, a pesar de todo, siguen luchando para salir adelante y se convirtieron en el ejemplo que todas las mujeres quieren seguir.
En la casa del trueno, como también se le conoce a la región del Catatumbo, presidentas de juntas de acción comunal, líderes campesinas y referentes juveniles, es recorrida por ellas, enmarcando su norte en la defensa de los derechos humanos.
Para ellas, como madres que piensan en el futuro, uno de los caminos que tienen por recorrer los jóvenes es el de consolidar el sueño anhelado: llegar a la universidad para una vez siendo profesionales, se desempeñen en la región.
“Yo soy la representante de las víctimas por el Catatumbo ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), y desde allí le estamos apostando todo para la creación de la Universidad del Catatumbo, una oportunidad con la que se aportaría aún más a la construcción de paz, y que los jóvenes no sean quienes tomen las armas en un conflicto armado que no es de nosotros”.
Ellas se convirtieron en el refugio de las nuevas generaciones en la subregión nortesantandereana.