Asmuperijá es una asociación conformada por 16 mujeres víctimas del conflicto armado, quienes, gracias a su tenacidad y resiliencia, se convirtieron en productoras de café en el municipio de Fonseca, La Guajira.
Mayerlys Aragón es madre cabeza de hogar y hace siete años emprendió este proyecto que es el sustento de las familias de cada una de estas mujeres emprendedoras de la región.
“Nos fuimos varios años por desplazamiento, llegamos nuevamente en el 2012 y tras seis meses de capacitación, nos graduamos y conformamos la asociación. Así fue como nació Asmuperijá”, relató Mayerlys.
Con la firma de los acuerdos de paz nació para ellas una nueva oportunidad de rehacer sus vidas bajo las consignas del perdón y reconciliación.
“Por eso lo denominamos ‘café con sabor a paz’, porque durante estos años pudimos recuperar nuestros cultivos, nuestra tierra y podemos estar tranquilas en nuestras parcelas trabajando y labrando”, expresó la líder de la asociación.
Mairelys Contreras es otra de las protagonistas de esta historia. Hace 20 años tuvo que migrar para Venezuela huyendo del conflicto armado y cuando creía que su vida cambiaría, la crisis del vecino país la obligó a regresar a su pueblo con una maleta y sus tres hijos.
“De Colombia me desplazó la guerra y de Venezuela la economía. Todo lo conseguido me tocó dejarlo allá; en Venezuela tengo mi casa, mi finca y todo me tocó dejarlo abandonado”, señaló Contreras con un dejo de nostalgia.
Para Mairelys, empezar de cero no fue tarea fácil, pero sus sueños la impulsaron a seguir con su proyecto de vida.
“Cuando llegué nuevamente a la finca (Fonseca), encontramos que nuestra casa estaba en el suelo, entonces con ganas y optimismo volvimos y la construimos, y ahí estoy viviendo y sacando todo adelante”, puntualizó Mairelys.
Asmuperijá no es solo producción de café, es también un espacio para sanar las heridas del conflicto y generar entornos de acompañamiento y empoderamiento para mujeres víctimas en su territorio.
Este es el caso de Rosa Arias. Sus compañeros la llaman “La reina”, por su buena vibra y actitud. Con la alegría que la caracteriza expresó que la asociación y el café le han cambiado la vida.
“Sentir el aroma del café es llamar vida, ese olor tan inmenso que se siente que penetra es algo que te enamora”, señaló.
Esta iniciativa se ha consolidado como una microempresa con proyección, en la que cada semilla de café representa paz, reconciliación; ellas siembran el sustento de sus hogares y la esperanza de un mejor futuro para sus familias.