“No dejar a nadie atrás” es la promesa central de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un plan de acción de la Organización de Naciones Unidas que cuenta con diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Estos comprenden desde la erradicación de la pobreza a la promoción de estrategias que fomenten el crecimiento económico y aborden necesidades sociales como la educación y la sanidad, así como la lucha contra el cambio climático y la protección del medio ambiente.
Una de las metas del ODS 3 (Salud y bienestar) es poner fin a la epidemia de las enfermedades tropicales desatendidas (ETDs), cuyo día mundial se celebra cada 30 de enero. Se trata de un grupo diverso de enfermedades que ocurren principalmente en áreas tropicales y en contextos de pobreza. Afectan a más de mil millones de personas y acarrean consecuencias negativas en los ámbitos social, económico y de salud. Y sin embargo, no se habla lo suficiente de ellas.
La úlcera de Buruli afecta principalmente a niños en África subsahariana
La úlcera de Buruli es una de las ETDs más desatendidas. Presenta su mayor incidencia en África subsahariana y está causada por una bacteria (Mycobacterium ulcerans) que destruye la piel. En los casos graves es capaz de llegar hasta los huesos y provocar discapacidad y estigma en las personas afectadas.
Esta carga de enfermedad se asocia con dificultades para mantenerse en el sistema educativo y acceder al trabajo, frenando el progreso hacia los ODS 4 (Educación de calidad), ODS 8 (Trabajo decente y crecimiento económico) y ODS 1 (Fin de la pobreza).
Otra consecuencia de este círculo vicioso de pobreza y enfermedad es la malnutrición, contra la que se lucha en el ODS 2 (Hambre cero), y que puede debilitar el sistema inmunitario dando lugar a formas más agresivas de la enfermedad.
Por otro lado, la úlcera de Buruli impacta desproporcionadamente sobre las mujeres, debido a los roles y responsabilidades asignados en sus comunidades, impidiendo avances en el ODS 5 (Igualdad de género). Suelen ser las madres y las hermanas quienes adoptan el papel de cuidadoras y acompañantes de los enfermos, menores en una gran proporción de los casos, durante el proceso de visita al centro de tratamiento y de hospitalización. Y como pacientes, las mujeres sufren más estigma, discriminación y abandono que los hombres, lo que dificulta su acceso a los servicios de salud.
Aún no está claro cómo se transmite
Existen muchas incógnitas sobre la transmisión de la úlcera de Buruli. Se suele asociar al contacto con masas de agua estancadas o de flujo lento y a la degradación de los ecosistemas, y también podrían participar artrópodos en la propagación. Por eso parece evidente que avances en el acceso a agua limpia y saneamiento (ODS 6) y el cuidado de la vida de ecosistemas terrestres (ODS 15) contribuirían a disminuir el impacto de esta enfermedad.
Ante la ausencia de mecanismos de control específicos, dos aspectos clave en el manejo de la úlcera de Buruli son la detección temprana de casos, antes de que desarrollen una forma grave de la enfermedad, y asegurar el tratamiento de los mismos. Sin embargo, las herramientas de diagnóstico actuales no siempre están disponibles en las comunidades remotas donde suele darse la enfermedad. Para colmo, las 8 semanas de duración que requiere el tratamiento hace que algunos pacientes que empiezan acaben abandonándolo.
BULABNET y BLMs4BU son dos ejemplos de alianzas para acabar con estos problemas, en el ámbito del diagnóstico y el tratamiento respectivamente. Asimismo, para avanzar en el control de la enfermedad hacen falta infraestructuras sostenibles y resilientes que garanticen el acceso a los servicios básicos y de salud de calidad a todas las comunidades (ODS 9-Industria, innovación e infraestructura, ODS 11-Ciudades y comunidades sostenibles).
En definitiva, para controlar la úlcera de Buruli es preciso colaboración, investigación e inversión sostenida para fortalecer los sistemas sanitarios. Sin olvidar a las comunidades, cuyo papel es clave en la lucha contra estas enfermedades mediante actividades como la detección de casos, la educación para la salud y el apoyo social para la reducción del estigma.
Es necesario pasar a la acción
En línea con los ODS, la Organización Mundial de la Salud (OMS) plantea una hoja de ruta para las ETDs que resalta la necesidad de abordar los desafíos de salud global en las comunidades más vulnerables, donde la falta de recursos y atención adecuada contribuyen a la propagación y agravamiento de las mismas y, en contra del ODS 10, a mantener las desigualdades.
Las ETDs se han comparado con las minas antipersona de la salud global. En consecuencia, las acciones dirigidas a su control y eliminación contribuirían a disminuir las inequidades en salud y a hacer realidad muchos otros ODS, liberando a casi una octava parte de la humanidad de un enorme sufrimiento y carga socioeconómica.
Israel Cruz Mata, Jefe del Área de Salud Internacional, Escuela Nacional de Sanidad, CIBERINFEC, Instituto de Salud Carlos III and Emma Sáez López, Investigadora Postdoctoral Senior del Grupo de Genética de Micobacterias, Universidad de Zaragoza
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.