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¿Cuál era la música favorita de Cervantes?

Tratamos de responder: ¿Qué tanto de musicalidad hay en la prosa de Cervantes?

Por: Juan Carlos Garay

La llegada del Día del Idioma nos recuerda, año tras año, la importancia de esta lengua que nos ayuda a comunicarnos y la figura de Miguel de Cervantes Saavedra como su cultor más importante. A través de su obra literaria (y sobre todo de ‘Don Quijote de La Mancha”’, Cervantes demostró cómo ser pulido, expresivo y preciso con las palabras, quizá de la misma manera que, en el campo de la música Bach lo hizo con los tonos.

Esto nos lleva a una pregunta: ¿Qué tanto de musicalidad hay en la prosa de Cervantes? Para resolver esta cuestión es bueno recordar que estamos hablando del llamado Siglo de Oro, una época en que las artes tuvieron su florecimiento y en más de una ocasión se retroalimentaban.

Cervantes gustaba de la música, sin duda. El musicólogo Ramón Andrés descubrió una alusión muy personal en ‘Viaje del Parnaso’, un extenso poema publicado después de la primera parte del Quijote, en 1614. Allí menciona un género musical que estaba de moda en su tiempo, y que se conocía con el curioso nombre de “ensaladas”.

Las ensaladas eran básicamente canciones con un estilo libre, que se cantaban a varias voces. Cervantes las describe como unas coplas “que suelen en el alma hacer cosquillas”. En 1998, el Ensamble Clément Janequin grabó un disco con estas ensaladas del gusto de Cervantes.

Y así, gracias a que la grabación ganó el prestigioso Premio Gramophone ese año, muchos pudimos escuchar por primera vez este género tan poco interpretado. Su encanto no radica solo en la letra, sino en los juegos de voces. Aquí podemos apreciar una de ellas:

Pero la música vocal requería de un acompañamiento instrumental, y en esa materia Cervantes también tenía conocimiento. Otro gran investigador musical, Jordi Savall, escribió una vez que podemos pensar en el autor del Quijote como “un escritor con una excelente formación y experiencia musical, y poseedor además de amplios conocimientos sobre la práctica y función misma de la música”.

En la segunda parte del Quijote, publicada en 1615, aparece una alusión directa a un instrumento: es la vihuela, un antepasado de la guitarra, de tamaño más pequeño. Don Quijote la sabe tocar y además canta unos versos de su propia inspiración (es decir, de la inspiración de Cervantes) con una voz ronca pero afinada. Es un pasaje muy llamativo porque las descripciones son sonoras y no visuales:

“Llegadas las once horas de la noche, halló don Quijote una vihuela en su aposento; templóla, abrió la reja, y sintió que andaba gente en el jardín; y, habiendo recorrido los trastes de la vihuela y afinándola lo mejor que supo, escupió y remondóse el pecho, y luego, con una voz ronquilla, aunque entonada, cantó…”

¿Y qué fue lo que cantó? Algo llamado ‘Suelen las fuerzas de amor’. Unos versos cuya música, por las limitaciones mismas de la literatura, no podemos oír. Pero resulta que esta página del Quijote ha inspirado a muchos cantautores de habla hispana, entre ellos Amancio Prada, quien grabó en 2005 su propia recreación.

Aprovecha don Quijote, claro, para evocar a su gran amor:

“Dulcinea del Toboso

del alma en la tabla rasa

tengo pintada de modo

que es imposible borrarla”

Vale la pena por estos días volver a esas páginas del Quijote y acompañar la lectura con esta bella canción.

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