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‘El beso de los invisibles’, el mural que nos hizo repensar a Bogotá

Hace nueve años se creó uno de los murales más icónicos para los bogotanos, ‘El beso de los invisibles’.
Karen Pinto

 

Hace nueve años se creó uno de los murales más icónicos para los bogotanos, ‘El beso de los invisibles’, una escena que fue capturada por el lente del reportero Héctor Fabio Zamora y que luego quedó plasmada en pintura por los muralistas ‘Jade’, ‘Cazdos’, ‘Yurika’ y ‘Ecks’ del grupo ‘Vértigo Graffiti’, en una pared de 32 metros de alto, sobre la Calle 26 con Carrera 13.

El aniversario de esta obra es la oportunidad para reflexionar sobre cómo ha cambiado la visión y resignificación del arte urbano en Colombia. Un proceso que ha sido constante y del cual los creadores de ‘El beso de los invisibles’, han sido actores fundamentales de esta transformación, aún desde antes de la creación del mural.

Aunque hay varios factores que han permitido otra apreciación del muralismo, uno esencial es la cooperación entre el sector público, el privado y los artistas. Gestión que ha venido desarrollando Camilo Fidel López como coordinador de Vértigo Graffiti desde hace más de diez años.

Distrito Graffiti: 1700 metros de expresión

Uno de los frutos del trabajo de esta década es lo que López considera como su hijo: ‘Distrito Graffiti’. Un espacio al que ha visto crecer desde que las entidades empezaron a darle reconocimiento y valor cultural al arte urbano por medio de políticas públicas.

Distrito Graffiti es un escenario y los protagonistas son 110 murales de gran formato, la experiencia de recorrerlo “es como ir al Campin o al Jorge Eliécer Gaitán”, así lo expresa López refiriéndose a otro tipo de espectáculo que se puede disfrutar en Bogotá y que ya hace parte de la identidad de la ciudad.

Este proyecto en el que han dejado su marca artistas urbanos, tanto nacionales como internacionales, está ubicado en la localidad de Puente Aranda y también le da nombre a una estación de Transmilenio.

Propiciar espacios como Distrito Graffiti, generar turismo y embellecimiento urbanístico y logra modificar las ideas relacionadas al graffiti y muralismo que ya no se limitan a vandalismo o daño del espacio público, sino que se entiende al arte urbano como un fortalecedor del tejido social, fomenta la apropiación de los espacios por quienes los habitan.

Distrito Creativo: el renacer de las ruinas

Otro ejemplo de estos espacios de transformación es ‘Distrito Creativo’. Un lugar completamente distinto a lo que era en abril de 2013, cuando Hernán y Diana, dos habitantes de calle protagonizaron ‘El beso de los invisibles’, siendo el antiguo Bronx la locación y la visita del expresidente Juan Manuel Santos el contexto.

‘Distrito Creativo’ es un proyecto de intervención a la zona recuperada del Bronx que pretende convertirse en epicentro de creatividad, a través del arte y la cultura, en la búsqueda por empoderar a comunidades marginadas o “invisibles”. Al igual que la concepción de los murales, este en un proceso de resignificación para despojarse de prejuicios, el Bronx a través del arte tendrá otro significado para los bogotanos.

A lo siguiente que le apuesta Camilo Fidel López, además de que Distrito Graffiti tenga más de 900 murales, es a gestionar una política de modelo de desarrollo urbano que integre a Cartagena, Medellín y Bogotá, ya que como él lo afirma “en el graffiti no existen los regionalismos”.

Graffitour: la galería de una nueva identidad

Lo que está sucediendo en Bogotá tan solo es una muestra de lo que ocurre simultáneamente en otras ciudades del país. Un ejemplo es Medellín, donde con iniciativas como el graffitour de la Comuna 13 se ofrece una perspectiva distinta a los más de 12 mil turistas anuales que llegan queriendo conocer más allá de los estigmas.

Con diferentes proyectos que gestiona Wilmar Martíne, desde la consultoría del Concejo de Medellín para el fortalecimiento del arte urbano gráfico y otras entidades privadas, confirma como, a través de las transformaciones del espacio urbano se logran lazos comunicativos entre la comunidad y los artistas. Consolidando así un diálogo y cercanía que hace diez años no se daba.

Los artistas, gestores y entidades que le han apostado al arte urbano nos muestran un nuevo camino lleno de color por el que podemos dirigirnos a mejorar nuestras ciudades y tener arte que nos incluya y pertenezca todos. Así como la imagen del beso, muchas otras paredes en todo el país nos están hablando y proponiendo nuevas discusiones sobre nuestra identidad y cómo queremos vernos representados en las calles que volveremos a recorrer cuando las circunstancias de la pandemia lo permitan.