La chatarra fue su fuente de inspiración, desde 1961 y hasta 1967 se dedicó a coleccionar basura y de una forma bastante simple, enlazarla con el fin de darle algún sentido, siguiendo una corriente anarquista y conceptual de representar el mundo movido que tenía lugar. En términos generales se caracterizó por darle vida a un arte que rompía los preceptos en una sociedad que comenzaba a modernizarse.
Sus chatarras, cada vez mejor armadas y con más estilos y detalles hoy adornan varios sitios públicos en Bogotá y en todo el país. Cuesta creer que pocos años antes de su muerte, quizá por su obra, fue injustamente tachada de colaboradora de la guerrilla y que habría de irse al exilio en 1981 a México y luego a Francia donde murió pocos años después, en una mezcla de melancolía y daño pulmonar ocasionado por su arte.
Su exilio comenzó en México, acunada en la casa de Gabriel García Márquez, quien publicaría en el diario El Tiempo una larga columna quejándose del gobierno que la obligó a irse del país sin pruebas fundadas, meses después de su muerte.
Fragmento de entrevista con Feliza Bursztyn, del programa 9:30 con Gloria Valencia.
Feliza, hija de padres judío-polacos, murió de un infarto fulminante un 8 de enero en París, el país que fue dónde vivió su segundo exilio. Murió triste, dice Gabo que ella nunca volvió a ser la misma después de tener que dejar tirada a su familia y amigos en Colombia.
La obra de esta mujer, significó la vanguardia plástica de un país que batallaba con los regalos de la modernidad. Fue la primera en trabajar con una estética que le daba una nueva vida a lo que por la mayoría de los mortales era considerado basura.
En 1965 obtuvo el primer premio de Escultura en el XVII Salón Nacional, con la chatarra “Mirando al norte”. Entre sus obras más destacadas está la instalación “Las histéricas” (1968), “Homenaje a Gandhi” (1971) que está ubicado en la actualidad en la calle 100 con carrera 7en Bogotá y “Las camas”, una obra cuya construcción comenzó en 1972 y fue una de las más polémicas, al representar a parejas en pleno acto sexual, entre otras.
En esta última obra también utilizó ruidos y motores, que le daban un tiente morboso a la instalación, siendo además la primera que utilizara sonidos aunados a una expresión artística en el país.
“Sí, Merce. ¡Qué maravilla!”, fueron sus últimas palabras en una cena con Gabriel García Márquez y Mercedes Barcha, en respuesta a un comentario sobre la carta de comidas de aquél restaurante parisino a donde fue a buscarla la muerte.
Dice Gabo que ella “Se murió de tristeza a las 10.15 de la noche [...] Sentada a mi izquierda, no había acabado de leer la carta para ordenar la cena, cuando inclinó la cabeza sobre la mesa, muy despacio, sin un suspiro, sin una palabra ni una expresión de dolor, y murió en el instante. Se murió sin saber siquiera por qué, ni qué era lo que había hecho para morirse así, ni cuáles eran las dos palabras sencillas que hubiera podido decir para no haberse muerto tan lejos de su casa”