Por: Luis Daniel Vega
Cuenta el legendario locutor y periodista Hernán Restrepo Duque que para referirse al nombre del sello que fundó en 1950, Alfredo Diez Montoya explicaba de manera jocosa: “Ponga la primera letra de mi nombre, agregue el apellido y léalo al revés”. Al lado de Lyra, Sonolux y Silver, Zeida fue una de las empresas pioneras que consolidaron a Medellín como epicentro de la industria fonográfica nacional.
Junto a sus hermanos Horacio y Alberto, Álvaro echó a andar un negocio que en principio distribuía a Capitol, Musart y Odeón, entre otros sellos extranjeros. Solo hasta 1954 cuando los hermanos Diez Montoya habían constituido la sociedad comercial Compañía Colombiana de Discos (Codiscos) –que en adelante sería la matriz de Zeida y otros sellos de la compañía como Famoso y Costeño- comenzaron la producción discográfica propia.
En aquellos años preliminares, los primeros títulos fueron discos de música regional andina, que exaltaban al bambuco y el pasillo como símbolos supremos de la nación colombiana.
Entre las décadas de los sesenta y los ochenta, el prestigio de Codiscos se edificó con un catálogo laberíntico de músicas populares, ocupado en gran parte por sonidos andinos y tropicales colombianos, aires cubanos –principalmente boleros -, tangos, música brillante, rock juvenil, baladas, salsa y vallenato. De las dos prensas que habían importado inicialmente a mediados de los cincuenta, en pleno apogeo de la empresa llegaron a ser más de una veintena que se ubicaron, primero, en la antigua sede a una cuadra del parque El Poblado, y luego en la actual, aledaña al Aeropuerto Olaya Herrera. Aunque esas máquinas ya no existen, afortunadamente si han sobrevivido miles de cintas y registros de edición que contienen setenta años de fulgurante historia sonora.
La celebración de un nuevo cumpleaños de Codiscos viene acompañada de una colección en vinilo que paladea las nostalgias. A todas luces este es un gesto que pone en evidencia una verdad providencial: nada en la circulación de la música está escrito en mármol.
Para ello, Dennis Murcia, quien asesora a Codiscos desde hace 16 años en todo lo que tiene que ver con artistas y repertorios (A&R), imaginó ‘Así suena Colombia’, una colección que trae de vuelta el formato a la compañía –los últimos discos en vinilo los prensaron a mediados de los noventa- y repasa con lujo de detalles algunos hitos de su entrañable devenir discográfico.
Además de su empeño, detrás de la selección estuvo Álvaro Murcia, un personaje que además de tener el oído afilado para descubrir éxitos, conoce palmo a palmo el catálogo histórico de Codiscos.
'El Disco del Año' y 'Vallenatos de Oro'
A mediados de los sesenta, Humberto Moreno se vinculó a Codiscos y creó el departamento de promoción. Una de las estrategias era recopilar los éxitos idóneos para las fiestas decembrinas. Moreno cuenta que le correspondió a él desarrollar una idea que se le ocurrió a Guillermo Diez: “Yo viajaba a todas las zonas del país para recoger información de primera mano. Luego, en Medellín, presentaba una preselección y, junto a Guillermo y Álvaro Arango, definíamos el repertorio final. El primer volumen de la serie ‘El Disco del Año’ salió en 1969, justo en el momento en el que se había fortalecido nuestro repertorio de música tropical bailable”. Con esto último, Humberto Moreno hace referencia que para ese año ya habían creado el sello Costeño, la filial de Codiscos dedicada exclusivamente a los sonidos más arrebatados de nuestra geografía tórrida.
Respecto al nacimiento de Costeño, Moreno puntualiza: “Cuando viajé por todo el país buscando contactos para iniciar el Departamento de Promoción, comprobé que el sello Zeida tenía una imagen muy pobre en el ámbito de la música tropical. Asimismo, por esos días el vallenato aún era considerado de mal gusto y lo menospreciaban en las emisoras. Llevé estas percepciones a la reunión que hacíamos con Guillermo Diez y Álvaro Arango. De allí surgió la idea de iniciar Costeño. Los primeros artistas fueron Aniceto Molina, Enrique Diaz y Alfredo Gutiérrez, más adelante incorporamos a Luis Enrique Martínez, Abel Antonio Villa, El Turco Gil y Emilio Oviedo”. Esta nueva aventura de los sonidos de acordeón, contenida en los surcos de cientos de discos publicados bajo la marca Costeño, empezaron a recopilarse en la serie ‘Vallenatos de Oro’ que se empezó a publicar desde 1975.
Las ediciones conmemorativas del par de icónicas recopilaciones no darán tregua en las futuras fiestas.
Binomio de Oro, ‘Los ídolos de Colombia’
En 1975, Rafael Orozco e Israel Romero ya habían grabado, cada uno por su lado, para el sello Costeño de Codiscos. El del lunar lo hizo al lado de Emilio Oviedo, mientras que el acordeonero apareció junto al cantante Daniel Celedón. Justo por esos días se reencontraron después de haberse conocido años antes durante la celebración de un bingo bailable en Manaure. Romero, quien es mejor conocido como El Pollo Isra, alguna vez le contó a la periodista Liliana Martínez Polo cómo fue el origen de una de las agrupaciones que en la década de los ochenta revolcó los cimientos del vallenato: «Volvimos a vernos en Barranquilla. Un día, Lenin Bueno Suárez, un locutor, nos invitó a su cumpleaños. Esa noche nació el Binomio de Oro. Era una parrandita y nos animaban a grabar juntos. Salimos a buscar taxi y en esa caminadita hablamos de cómo sería un conjunto organizado. Decíamos: “Vamos a hacer un grupo chévere, nos uniformamos, así como La Billo’s o Los Melódicos”. Los amigos comunes se entusiasmaron. Uno nos regaló unos zapatos de charol de moda marca Marlon. Ahí comenzó la idea de que todo iba a ser distinto. Nos fuimos a Valledupar y dimos la noticia» La buena nueva llegó a oídos de Rafael Mejía, en ese entonces gerente artístico de Codiscos, quien no dudó en secundar el arrebato. Así fue que El Binomio de Oro debutó en 1976 con un disco epónimo con el que se empezó a forjar la leyenda. “Los ídolos de Colombia” recuerda parte de esta historia crucial a través de canciones inmortales como ‘La creciente’, ‘Relicario de besos’ y ‘Dime pajarito’».
El Grupo Niche, ‘No hay quinto malo’
Jairo Varela Martínez llegó a Bogotá a mediados de la década de los años sesenta luego de que un incendio consumiera su casa de tres pisos, ubicada a orillas del río Atrato en Quibdó, ciudad donde nació en 1949. En la capital vendió tarros de Sustagen, almanaques de segunda, se convirtió en padre prematuro, expidió licencias de conducción en el Intra, se metió de lleno en la bohemia salsera y, sin que nadie se percatara, anotó en un cuaderno las letras de sus primeras canciones que fueron grabadas por Willie Salcedo y Yolandita Pérez.
En 1979, después de curtir en las discotecas su repertorio, convenció a Eduardo Calle, de Discos Daro, para que le editara un elepé. El modesto éxito de ‘Al pasito’ llamó la atención de Fernando López en Codiscos donde Pitiye debutó en 1981 con la grabación ‘Querer es poder’, que incluye ‘Buenaventura y caney’. A este le siguieron ‘Prepárate’ y ‘Directo desde Nueva York’, grabaciones que palidecen al lado del que sería un hito de la compañía discográfica y un acontecimiento crucial de la salsa en Colombia.
‘No hay quinto malo’ contiene ‘Cali pachanguero’, canción de la que Varela le contó al escritor Umberto Valverde lo siguiente: “Empecé a darle forma a la idea desde 1982, sin pensar en el éxito que tendría. Es una canción melancólica y emocionante. Parece una historia sencilla, aunque no lo es tanto. Estábamos en un ensayo y hacía mucho frío en Nueva York; un muchacho nos miraba por una pared de vidrio y lo invite a entrar. Nos pusimos a hablar y había ido a Estados Unidos en busca del sueño americano. Ahora, sin la posibilidad de construir ese sueño, soñaba con un pasaje para regresar a Cali y no volver a salir nunca más de su ciudad. Ahí está el alma de la canción que se convirtió en el éxito de mi vida”.
‘Favoritos de siempre’ y ‘El porro es Colombia’
El repertorio de tangos, rancheras, boleros y pasillos ecuatorianos nunca riñó con la incursión de Codiscos en el ámbito tropical colombiano. De ello dan cuenta este par de antologías que también hacen parte de la colección ‘Así suena Colombia’.
Por un lado, ‘Favoritos de siempre’ recoge nombres icónicos en los terrenos de la rocola y el cafetín. Para quienes se solazan en las mieles desgarradoras del despecho y las contradicciones del amor romántico, acá tienen catorce piezas inolvidables en las voces de Alci Acosta, Julio Jaramillo, Helenita Vargas, Óscar Agudelo y Tito Córtes, entre otros que conforman la pléyade de artistas que aún estremecen con su lírica oscura y dramática.
Si bien Codiscos empezó a grabar discos de bambucos y pasillos a mediados de la década de los cincuenta, muy pronto sucumbieron al encanto y la popularidad de músicas tropicales sofisticadas como las que en ese entonces hacían Edmundo Arias, Alex Acosta y Pacho Galán, tres de los primeros artistas tropicales que ingresaron al catálogo. El espectro se amplió entre los sesenta y los setenta cuando la música caliente se popularizó desde el flanco orquestal con los sofisticados porros orquestales de Juan Piña y El Combo de las Estrellas. Una visión contemporánea de esa tradición bailable aparece en ‘El porro es Colombia’ que reúne a Jean Carlos Centeno, Willie Calderón, Juan Carlos Coronel y Alex Mangá y Fernando González.