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¡Cuidemos nuestro idioma! Amplio y profuso en un país de regiones

Fue tempranamente nutrido por otros idiomas, el árabe en especial, hasta que se volvió la lengua de los latinoamericanos, enriqueciéndose con términos de los pueblos indígenas y afrodescendientes.
Idioma castellano: diversidad y riqueza en latinoamérica
Foto: Pixabay
Ana María Lara

El lenguaje es lo más humano que existe. Es un privilegio del hombre. Cada palabra trae consigo una vida, un estado, un sentimiento.

Carmen Conde. Poetisa de la Generación del 27. Primera mujer que formó parte de la Real Academia Española -RAE.

Hoy hablamos menos, escribimos más, pero en celulares y computadores, y utilizamos un número reducido de palabras. Nos perdemos de mucho cuando tenemos un idioma tan rico y profuso. Sobre este asunto, Umberto Eco decía que el gran peligro de la globalización es que nos empuja a una metalengua común.

En honor a Miguel de Cervantes, autor de El Quijote, cada 23 de abril se celebra el Día del Idioma. Y sí, hay que celebrar esta lengua hablada por más de 500 millones de personas en 21 países en los que es la lengua oficial, que nació del latín y se volvió el castellano, que terminó unificando las hablas de las otras provincias de España, continuando como independientes el vasco y al catalán.

Fue tempranamente nutrido por otros idiomas, el árabe en especial, hasta que se volvió la lengua de los latinoamericanos, enriqueciéndose con términos de los pueblos indígenas y afrodescendientes. Además, en un país de regiones, los vocablos y modismos de cada una amplían aún más la riqueza del idioma, así como lo hacen las diversas comunidades y grupos sociales de diversos orígenes.

Los novelistas colombianos han explotado con creces esta riqueza del lenguaje, nutriéndose en ocasiones de la tradición oral, de las coplas, de múltiples dichos, para deleitarnos con textos donde la imaginación se viste con la maravillosa combinación de las palabras. Por su parte la poesía, suma expresión, nos sorprende con sus imágenes hechas de palabras, desarticula el lenguaje para crear uno nuevo, y se disfruta en la oralidad.


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En su libro Las palabras más bellas y otros relatos sobre el lenguaje (Intermedio Editores, 2018) el periodista y cronista Juan Gossaín recorre la historia del español en América y especialmente en Colombia, con revelaciones sobre el origen y las transformaciones del sentido de las palabras según el tiempo y el lugar, y hallazgos a veces tan curiosos como divertidos. La palabra jíbaro, por ejemplo, tiene una acepción diferente en cada país: en Panamá es un sombrero de paja, en Colombia es un vendedor de drogas, en Ecuador una comunidad indígena del alto Amazonas, en Puerto Rico un campesino blanco.

El idioma es hoy objeto de una forma de censura anacrónica, de una nueva inquisición: algunos, quieren reeditar la literatura expurgándola de “términos inapropiados” como si no fuera la expresión de un momento histórico con sus propios imaginarios, sus formas de expresión, su identidad.

Pero la lengua siempre crece, incluso hay quienes se inventan nuevas palabras, a veces muy hermosas. La pintora mexicana Frida Kahlo escribe, en una carta a Diego Rivera: “¿Se pueden inventar verbos? Quiero decirte uno: yo te cielo, así mis alas se extienden enormes para amarte sin medida”.

Hay que destacar la hermosa tarea del Instituto Caro y Cuervo que ha ido construyendo durante 75 años la historia del español colombiano en todas sus dimensiones.

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