La mujer, pilar de alimentación y conocimiento ancestral en la Amazonía
Las mujeres de esta región juegan un papel determinante a través de su trabajo en las chagras, sistemas de cultivo con los cuales ayudan a garantizar la seguridad alimentaria y a preservar los saberes tradicionales.
Foto: Visión Amazonía. Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible
Yaneth Jiménez Mayorga
La principal fuente de subsistencia de los grupos indígenas en la Amazonía son las chagras, un sistema de policultivo en torno al cual giran las demás actividades productivas de la población, como la horticultura, la cacería, la recolección de frutos silvestres y la pesca, y donde, además, se integran conocimientos, saberes y prácticas propios de mujeres y hombres.
No obstante, es la mujer quien juega el rol protagónico. Según explica la ONG Gaia Amazonas, la mujer es la encargada de la siembra-uno de los pasos fundamentales en el manejo de la chagra-, “pues son ellas quienes poseen el conocimiento y propiedad de las semillas. Son ellas quienes las cuidan y siembran para disponer de buen alimento para su familia y comunidad”.
El papel que desempeñan las mujeres chagreras, recalcan desde el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI, es una fortaleza que debe ser aprovechada y reforzada, ya que sus conocimientos sobre semillas, técnicas de siembra, mantenimiento y transformación de los productos cultivados, entre otros, son de vital trascendencia para la seguridad alimentaria como también para el sostenimiento de la estructura social, y conservación de los valores culturales, de la agrobiodiversidad amazónica, y de los flujos de materia, energía e información a nivel de la biósfera –atmósfera.
Y es que desde el origen, en la cosmogonía indígena de esta región del país, según explica Juan Felipe Guhl, coordinador del programa de Dinámicas Socioambientales del SINCHI, la mujer tiene unos roles muy definidos en las mingas y en el trabajo de las chagras.
“Para que la minga se pueda dar, es necesario que la mujer prepare la caguana (bebida milenaria de los pueblos originarios, elaborada a partir del fruto de la palma de canangucha) y la comida. Hay un trabajo conjunto entre hombres y mujeres: el hombre caza, pela el monte, juntos realizan la quema, hasta que quedan las cenizas (que sirven de abono), momento en el cual la mujer comienza sus roles de sembradora (principalmente de la yuca) y cuidadora de la chagra. El cuidado de la chagra es principalmente femenino, por eso se habla de las mujeres de la abundancia”, señala Guhl.
Mujeres que, dice José Esteban Valencia, indígena de la etnia macuna, en Mitú Vaupés, “deben ser protegidas pues la mujer no solo va a la chagra a cultivar para tener buena producción, ella es la que nos da la vida, sin ella no existe nada. Nuestro trabajo tiene que ser proteger su sabiduría ancestral, protegerlas a ellas como a la naturaleza, tenemos mucho que ver los hombres para que ellas sean parte de nuestra vida, de nuestras danzas, porque con ella hacemos nuestros rituales, sin ellas no hay nada”.
Por eso, es muy raro que un hombre tenga su chagra sin una mujer, o que un hombre que no tenga mujer, tenga chagra, agrega Guhl.
Para los pueblos indígenas de la Amazonía colombiana, indican en Gaia Amazonas, “desde el origen algunas mujeres nacen para ser dueñas de comida o madres de semilla, y por eso están curadas especialmente para el trabajo fundamental de conservar, cuidar y mantener chagras y semillas. De allí que la chagra y la custodia de la diversidad de las semillas sea el principal rol de las mujeres indígenas frente al manejo del territorio y el buen vivir”.
Si bien la chagra es un espacio dispuesto principalmente para el cultivo, su importancia no radica solo en la producción de alimento sino en lo que representa para la comunidad en términos de relaciones con los otros seres y como escenario para la conservación y preservación de los saberes ancestrales.
“Las actividades asociadas al alimento no se limitan a lo técnico o a lo práctico, sino que son un entramado de prácticas, saberes y comportamientos en las que se repiten interacciones con seres como las plantas, los animales y los minerales, así como con otras entidades, como los dueños espirituales”, señalan en Gaia Amazonas.
Además, explica Juan Felipe Guhl, “en su rol de madres, las mujeres son las que van con los niños a la chagra, siendo este el momento importante para ellas transmitir su conocimiento y su cultura a las nuevas generaciones, por ejemplo a través de la narración de cuentos. La chagra, además de ser un espacio de producción, es un espacio de reproducción de su identidad cultural”.
Es de destacar que estas prácticas para obtener los alimentos, se complementan con rituales, rezos, narración de historias, y la transmisión de saberes y conocimientos.
Para Gaia Amazonas, “la defensa de la soberanía alimentaria implica preservar, fortalecer y transmitir el conocimiento sobre el manejo de los sistemas alimentarios, es decir, el conocimiento sobre las relaciones con los demás seres del mundo, las prácticas adecuadas en el manejo de los cultivos, el procesamiento de los alimentos, la conservación y trasmisión de semillas propias de cada grupo, el intercambio entre familias y entre comunidades, entre otras. En ese sentido, el alimento para los pueblos amazónicos es identidad y por ello debe garantizarse en abundancia, intercambiarse y conocerse”.
Hoy el reto, según lo evidenciado en el estudio de los Indicadores de Bienestar Humano Indígena, del SINCHI, dice Guhl, es que esto saberes, y pervivencia cultural tradicional sea asumida por las nuevas generaciones, especialmente, de niñas y jóvenes, que por diversas razones están emigrando a a las ciudades en zonas fuera de los resguardos, y frente a los nuevas dinámicas que se están generando en la región, donde las mujeres han empezado a comercializar los productos en zonas urbanas, descuidando un poco el trabajo de la chagra en territorio”.
Lo clave, apuntan en Gaia Amazonas, “es reconocer que las mujeres indígenas amazónicas aportan desde el conocimiento femenino al manejo del territorio, a la transmisión de la cultura y el conocimiento a las nuevas generaciones, al tiempo que cuidan del bienestar de todos a través de la comida cultivada en la chagra. Es por esta razón que la defensa del territorio y el fortalecimiento del gobierno propio debe incluir el rol de las mujeres y la contribución que ellas pueden dar”.
“Esa vida que traemos de tradición, de chagra y todo lo que las ancianas nos han enseñado, se quiere olvidar, se quiere desaparecer y para que eso no suceda, a la juventud le estamos enseñando, le estamos transmitiendo nuestros conocimientos y le infundimos la forma de trabajar en la chagra, diciéndoles esto se siembra así, se prepara así y contándoles qué pasa con el verano o con el invierno, qué productos sí se dan y cuáles no”, dijo para Visión Amazonía, Rosa Flora Juisiamena, mujer chagrera, uitota y miembro de la Asociación Ascainca.