El pasado 11 de febrero, Antonio Arnedo llegó a los 60 años de vida. Dada la estimable coyuntura, junto a Jaime Andrés Monsalve le quisimos dedicar la emisión completa de ‘Los Vinilos’. Para ello tendríamos que localizar el rastro de saxofonista en las negras hendiduras. Juntar las fichas del rompecabezas resultó, por decir lo menos, emocionante.
Lo primero que se nos vino a la cabeza fue su precoz aparición en ‘Macumbia’ (1984), disco esencial del jazz colombiano donde aporta un impetuoso solo de saxo tenor en la pieza que da título al histórico registro acuñado por Francisco Zumaqué. Otro recurso al que apelamos fue ‘Home’ (2015), su única grabación en formato vinilo cuyo contenido es una sesión casera –cuidadosamente editada por el sello medellinense Música Corriente- protagonizada al lado del pianista Sam Farley.
Se sumó a la búsqueda ‘Clásicos de la Provincia’ (1993) en la que, además de soplar la gaita en “La gota fría” y “La hamaca grande”, contribuye con unas breves notas de saxo soprano en “Alicia Adorada” y un hermoso monólogo –también en el soprano- que serpentea a través de “Altos del Rosario”. Con tristeza descartamos la taciturna versión de aquel son de Alejo Durán pues, por razones de espacio, en su momento Sonolux la reservó para la edición en disco compacto.
Llegados a este punto se nos agotaron los argumentos. La suma de canciones nos alcanzaba, al menos, para cubrir la primera hora del programa. Ya cuando la premura de la emisión no daba tregua, y estábamos resignados a resolver el asunto con otra efeméride, recordé que alguna vez había visto los créditos de Arnedo en una canción de Poligamia. Nuestro colega Umberto Pérez nos confirmó que, efectivamente, el sonido del saxofonista adorna “Desvanecer”, aquella encantadora balada que entonan Andrés Cepeda y quien fuera la voz legendaria de Pasaporte, Elsa Riveros. La oportuna evocación de ‘Una canción’ (1993), el debut de Poligamia nos hizo caer en la cuenta de un detalle crucial que habíamos pasado por alto: a mediados de los ochenta y principios de los noventa, el cumpleañero ya gozaba de considerable reputación siendo habitualmente requerido como músico de sesión. Entonces, aguzamos nuestra exploración y logramos reunir los discos que necesitábamos para solventar el segundo segmento del programa.
Entre 1986 y 1989, Antonio Arnedo dejó una huella importante en el escenario del pop local. Su nombre aparece, por ejemplo, en el recordado disco con el que Pasaporte se estrenó en 1988 y ‘Cantar’ (1989), la única grabación de Café Express, un proyecto liderado por Álvaro Gaviria y Simón Diego. Su nombre resalta también en ‘D.E Mentes’ (1989), la tan buscada ópera prima de Distrito, y en dos del dueto Iván y Lucía: ‘Iván y Lucía’ (1986) y ‘Entre el sueño y la realidad’ (1989). En este último, secunda la voz de Lucía Pulido en “La tierra olvidada”, pieza escrita por Iván Benavides que hizo parte de la banda sonora del documental ‘Amor, mujeres y flores’, dirigido por Marta Rodríguez y Jorge Silva.
Durante la pesquisa me topé con un asombroso documento: ´Lineamientos para la educación musical superior a partir de las vidas y obras de Justo Almario y Antonio Arnedo. Una propuesta aplicada al área de saxofón del Conservatorio Adolfo Mejía’ (2022). Se trata de la tesis doctoral del investigador Federico Ochoa, quien en un apartado profuso de su manuscrito aborda con minucia y rigurosidad la biografía del saxofonista. Allí encontré referenciada ‘Las canciones de Ramón Antigua’, una grabación en la que Antonio Arnedo, según advierte un pie de página del texto, toca junto a Julio, su padre. El motivo era suficiente para indagar con más profundidad. Al cabo, localicé la carátula en los recovecos de un viejo blog salsero. De inmediato le envié un telegrama digital a Jaime Andrés: «¿Tiene este disco? ¿Sabe quién lo podrá tener?». No pasaron más de cinco minutos cuando ya tenía en mi correo un recado escueto: «Le cuento que ese disco es bien raro. Don Pablo me ha dicho que, si lo llego a ver, que por favor se lo negocie. Ya quisiera yo tenerlo...».
¿Quién era el señor mencionado por Monsalve? Reparé luego en la identidad del aludido: era Pablo Emilio Solano, el generoso melómano y coleccionista caleño. Recordé que mi querida amiga Juliana Velasco ha cultivado con él una estrecha amistad y no dudé en pedirle el favor de que le preguntara directamente por qué resultaba tan singular el disco en cuestión. Tuve a bien incluir en el mensaje la portada que había desenterrado del recóndito foro. Su respuesta, tan veloz como emocionada, me sacó de la intriga:
«Luisda, hola, ¡no me lo vas a creer, justo estoy en casa de Don Pablo! Me cuenta que es muy difícil de conseguir porque fue una edición promocional que no circuló comercialmente. Dice que lo buscan por tratarse de la única grabación de una tremenda orquesta bogotana en la que cantaba Javier Vásquez y donde tocaban pesos pesados de la salsa capitalina como Luis Pacheco, Eduardo Maya, Fernando Villareal y Beto Díaz». Al rato, Juliana escribió un mensaje con un ligero acento jovial: «A Don Pablo le robaron su copia, ¿no te parece muy loco que la imagen que me enviaste corresponda al disco extraviado». Solo hasta ese momento me percaté de que el dueño original, previendo las acciones de un futuro caco, había marcado el preciado botín con nombre, apellido, teléfono, dirección, ciudad y país.
Publicado en 1987 por el sello CBS, ‘Las canciones de Ramón Antigua’ fue el vestigio señero de una efímera agrupación llamada Mamboré a la que ingresó Antonio Arnedo luego de su paso por Macumbia, Boranda y Mango. «Mamboré fue una importante orquesta de salsa de la época, quizás la mejor de la capital. Estuvo varios años de planta en el bar restaurante Ramón Antigua, uno de los sitios de rumba más destacados de la ciudad. Su dueño, Leonardo Álvarez, también era músico, y quería tener a la mejor orquesta bailable. La rumba era fuerte, y duraba hasta altas horas de la noche. El lugar era frecuentado por importantes personalidades de la política, la cultura y la farándula», apunta Federico Ochoa en su tesis.
Además de las curiosidades anotadas por Don Pablo y Federico, vale la pena subrayar tres aspectos que hacen del disco un objeto tan codiciado, no solo por quienes coleccionan rarezas de la salsa colombiana. El primero de ellos: las dos exquisitas versiones que Mamboré -con la voz líder de Javier Vásquez, quien apenas un par de años más tarde iniciaría su flamante carrera junto al Grupo Niche- se despacha de “Lamento de Concepción”, de Roberto Roena y su Apollo Sound, y “Sola vaya”, de La Sonora Ponceña. Por otro lado, es muy probable que se trate de la única memoria fonográfica en la que coinciden Julio y Antonio; pero esto se mantiene aún en el terreno de la conjetura. Finalmente, y teniendo en cuenta que la edición de conciertos ha sido una práctica incipiente en Colombia, resulta excepcional que haya sido registrada en vivo al interior de la célebre taberna bogotana; este pormenor queda confirmado cuando Gabriel Sacasas, flautista de la orquesta, y circunstancial maestro de ceremonias, se dirige a la multitud farfullante. «Seguimos, entonces, bajo la luz inspiradora de Euterpe, Terpsícore y Erato. Más salsa que pescao, ¡y sola, vayaaa!», anuncia con retórica exaltada.
Siempre existe la posibilidad de que uno de estos anhelados discos aparezca en lugares insospechados y bajo circunstancias fortuitas. Durante los días previos a la grabación del programa, y luego de su emisión definitiva el pasado sábado 18 de febrero, quise tentar a la suerte. Visité las tiendas y los escondrijos donde me he tropezado con sorpresas inexplicables. La aventura, como ya se sospechará, resultó infructuosa. Mejor le fue a Jaime Andrés en su averiguación que culminó como una absurda comedia: ¡alguien le ofreció un duplicado pirata –grabado en disco compacto- cuya carátula exhibe el diminuto rótulo en el que Don Pablo mecanografió sus datos!