El pasado religioso y las huellas de violencia en la décima de Córdoba
Un libro lanzado por el investigador Miguel Ángel Castilla explora el comienzo y la actualidad de una de las tradiciones más representativas del Caribe.
Foto: cortesía del Instituto de Cultura de Bolívar (Icultur).
José David Oquendo
Tras 15 años de investigación y un proceso de escritura lleno de altibajos, fue lanzado el libro 'Tradición oral: la décima en Córdoba, Colombia’, autoría de Miguel Ángel Castilla Camargo, que responde muchos interrogantes que descubrió como compartidos por muchos de sus coterráneos.
A lo largo de 396 páginas, y apelando tanto a documentos rescatados del olvido como a testimonios de decimeros reconocidos, Castilla abarca la implantación de la décima en el Caribe por parte de los españoles, sus rasgos etnolingüísticos, sus bases filosóficas y la evolución natural propia del paso de los años. Sin restar importancia a lo anterior, el autor destaca el vínculo de la décima con la religión, muy marcado en sus primeros años, y una “fase de silencio” durante los años más duros del conflicto armado.
Las primeras décimas americanas, “hacían referencia al santoral católico y dedicaban versos a san José, a la virgen del Carmen”, relata Castilla,. En aquellos años, entre finales de los 1800 y principios de 1900, estos versos eran conocidos como espinelas en homenaje al sacerdote español Vicente Espinel, quien transformó su estructura durante el Siglo de Oro.
Para establecer el marco temporal, Castilla revela que se apoyó en ‘La décima y la copla en Panamá', libro escrito por Manuel Zárate y Dora Pérez que contiene varias composiciones como ‘La miseria humana’, que años más tarde tomaría el poeta soledeño Escorcia Gravini y que sería convertida en canción por Lisandro Meza. “Este es un claro ejemplo de transculturación. Hay muchos casos de coplas que en América fueron transformadas en décimas”, asegura.
Las primeras décimas cordobesas, elaboradas por campesinos, se caracterizaron por estar basadas en un lenguaje “primigenio”, a criterio de Castilla, pues era fiel a las estructuras y a las palabras propias del castellano. Aún hoy -añade- es posible encontrar en el departamento a personajes como Milton Pérez, decimero de pura cepa que emplea términos propios del Siglo de Oro, y otras personas que son capaces de recitar el Mio Cid de memoria.
Otra característica de la décima de Córdoba es la de exaltar “las ocurrencias” y combinar figuras literarias para darle más peso al relato. “Uno encuentra que, por ejemplo, hay un toro manteando a una lagartija. Pero todo muy bien contado con una estructura sólida. Todo eso tiene un significado sociológico y antropológico. Nuestros campesinos son dados a no decir directamente todo lo que piensan, o a encubrirlo, porque ha habido una época nefasta de violencia”, explica.
El diagnóstico de Castilla establece que una parte de Córdoba cuyo epicentro es Tierralta y sus alrededores ha cambiado su forma de relacionarse con el mundo, por lo que el silencio y el miedo se convirtieron en protagonista. Con ello se ha fracturado el diálogo en esas comunidades, la libertad para componer. Al punto de que las piquerias entre decimeros, fundamentales para resolver conflictos por medio de la palabra, ya son cosa olvidada.
Para Castilla, a esa gente silenciada y a la que no le quedó más remedio que el desplazamiento, “le rendimos homenaje con este libro. Ahora Colombia entiende lo que se sufre”. No menos daño han causado los escándalos de corrupción política y administrativa. “Córdoba es único: uno ve carteles del sida, carteles de la hemofilia. Y, claro, todo eso tiene sus consecuencias en una zona donde la palabra todavía conserva cierta validez”, asegura.
La pandemia y el confinamiento hicieron más profunda la autocensura. Pero con la reapertura de la economía varios eventos se han reactivado. Con ello volvieron los semilleros de los colegios rurales que enseñan a los niños todo lo relacionado con la décima, a la par del reverdecimiento del porro y el fandango, géneros musicales típicos de Córdoba que se han nutrido de la décima. Castilla celebra esto como muestra de que el arte y la tradición, al igual que la vida, siempre se terminan imponiendo.