Halberstadt, una pequeña ciudad de la región central de Alemania, se convirtió hace unos días en centro de atracción por cuenta de una obra musical que está sonando desde el año 2001 en el órgano de su catedral. La obra lleva por título ‘As slow as possible’ (Tan lento como sea posible) y suena gracias a una máquina de aire que está programada para tocar el órgano hasta que la música llegue a su final, en el año 2640.
Así es: una interpretación completa de ‘As slow as possible’ dura 639 años. El paso de una nota a la siguiente tarda años y, de hecho, la razón por la cual fue noticia esta semana es porque varios turistas llegaron a presenciar un cambio de acorde. Una variación sonora que no sucedía hace siete años.
No es una extravagancia. La obra fue escrita por el compositor estadounidense John Cage (1912-1992) y tiene la estructura y las proporciones de una obra clásica, solo que a un nivel descomunal. Con una duración que está por encima de los seis siglos, es imposible que un ser humano la escuche completa. La música de Cage funciona más a nivel teórico y, en este caso, juega con posibilidades metafísicas y macrocósmicas.
¿Se trata de la obra más larga de la historia de la música? Es posible, pero no está sola. Hay al menos otras dos composiciones que juegan a llevar el tiempo más allá de lo que permite la atención de los seres humanos. La primera que habría que mencionar se titula ‘Sleep’ (Dormir) y fue estrenada en el año 2016 por un grupo en el que estaba presente su compositor, el británico Max Richter (1966).
‘Sleep’ es una obra para ensamble de piano, cuerdas, voz y efectos electrónicos. Está inspirada directamente en el ciclo de sueño de un adulto normal; es decir, que dura ocho horas. Y cada vez que se presenta en concierto, por lo general en horas de la madrugada, los asistentes reciben la sugerencia de llevar cobijas y almohadas. En una entrevista, el compositor dijo que su música no era para ser escuchada, sino que su idea había sido componer “una canción de cuna para el planeta”.
La otra obra que cabe destacar en este curioso género es ‘Vexations’ (Molestias) del excéntrico francés Erik Satie (1866-1925). Consiste, básicamente, en una frase cíclica para el piano que debe ser repetida 840 veces. Esto implica que una interpretación completa de la pieza dura alrededor de 19 horas.
‘Vexations’ ha sido interpretada en concierto en algunas ocasiones, para lo cual se utiliza un sistema de relevos entre dos o más pianistas ya que se considera que un ejercicio tan repetitivo puede afectar la salud física y mental del intérprete.
Sin embargo, durante la presente pandemia, el pianista ruso Igor Levit hizo un ejercicio hipnótico: la interpretó él solo, sin refuerzos, y la transmitió por internet desde un estudio en Berlín. El concierto virtual empezó en la tarde del sábado 30 de mayo y terminó en la mañana del domingo 31. Un crítico del periódico New York Times dijo que por momentos se le veía “exhausto, mirando al vacío”, pero al final lo logró.
Para el pianista, fue una manera de evocar la crisis que ha afectado a los artistas durante la pandemia. Una crisis que a veces se expresa en la ilusión de que el tiempo no pasa, o más bien de que todo se mantiene igual a pesar del paso del tiempo.
Lo que tienen en común estas tres obras –Cage, Richter, Satie– es justamente esa posibilidad de jugar con la percepción temporal. Y de entender, desde lo musical, aquello que ya había expuesto Platón desde la filosofía: que el paso del tiempo es la imagen móvil de algo que está por encima, llamado eternidad.