Las agrestes distancias del municipio de Acandí con el resto del territorio departamental y nacional se evidencian en la falta de vías carreteables entre la cabecera municipal y el corregimiento turístico de Capurganá, donde según relata Emigdio Pertuz, representante legal del Consejo Comunitario Mayor del Norte -Cocomanorte-, “existe un relleno sanitario de manejo comunitario desde hace unos 32 años. Sin embargo, la presencia constante de turistas ha afectado el lugar de disposición final de residuos, el cual completa más de 12 años con niveles superiores a los que se pueden manejar adecuadamente”.
La denuncia realizada por Pertuz se da luego del desplome de un muro de contención de poco más de dos metros de altura, construido por la comunidad como medida que imposibilitaba la visual de los turistas hacia el depósito de basuras, pero la cantidad presente de residuos hizo ceder la barrera, desbordando el material sobre la carretera que conduce al paradisiaco sendero conocido como Camino al Cielo.
El turismo, motor económico y factor ambiental
La presencia de los turistas que año tras año visitan el municipio llega a superar hasta 10 veces el número de residentes en el territorio, aunado a la ubicación geográfica del municipio de Acandí, el cual es frontera con Panamá, pero se encuentra desconectado del resto del país por vías carreteables, y posibilita el ingreso de gran cantidad de material de un solo uso a través de servicios de transporte marítimo, como lo expresa Karen Panesso, gerente de la empresa de Aseo de Acandí.
“Desafortunadamente la mayoría de todos los productos que se consumen vienen en desechos plásticos, todo lo que se trae acá viene en plásticos e icopores, las comidas en los restaurantes te las venden así”, aseguró Panesso, quien agrega que “una solución posible sería el uso de material regional como las hojas de platanillo, como material biodegradable para servir alimentos en los restaurantes o la implementación de políticas que prohíban el acceso de material de un solo uso”.
En la búsqueda de soluciones desesperadas, los pobladores del corregimiento se han visto abocados durante años a la quema del material presente en el relleno sanitario, como una medida de reducción de los mismos. Dichas quemas han generado emergencias ambientales como incendios, los cuales han afectado la flora, la fauna e incluso viviendas aledañas al sector, como lo relata Rafael Sánchez, fundador y excomandante del cuerpo de bomberos voluntarios de Acandí.
Para Sánchez, la situación de residuos sólidos y las alternativas tomadas por la comunidad son graves, “ya que Acandí no cuenta con maquinarias de bomberos que permitan la rápida mitigación del fuego provocado, lo cual nos obliga casi siempre a solicitar apoyo de los cuerpos de bomberos de Necoclí o Turbo, en Antioquia”.
Migración, una alerta ambiental silenciosa
El turismo no es el único factor que incluye a personal externo y que afecta ambientalmente tanto a Capurganá, como a la cabecera municipal de Acandí, y peor aún, en las trochas de acceso hacía Panamá.
Reportes de Migración Colombia dan cuenta de que al menos 70 mil migrantes de diferentes nacionalidades fueron detectadas en dirección a Acandí durante 2021. Tan solo en el periodo comprendido entre el 15 de agosto y el 15 de septiembre, unas 38 mil personas fueron interceptadas en controles viales con destino a suelo centroamericano.
Los extranjeros llegan cargados de botellones de 5 litros de agua, carpas, colchonetas, ropa, alimentos enlatados, galletas, sabanas, toallas, botas, zapatos, entre otros elementos, elevando el peso del equipaje en al menos 23 kilogramos para personas adultas, según Omar González, un colombiano que en 2019 cruzó como emigrante el Tapón del Darién.
“Por 5, 6, 7, 8 días se necesitan suministros para mantenerse en la selva, no es fácil; 32 investigadores llevan 32 botellas de agua, y 32 botellas de agua por 15 días que tienen que estar en campo son al menos 480 botellas, es una cantidad suficiente que nosotros como instituto hacemos que los investigadores bajen, pero 5.000 personas que están tratando de sobrevivir en algo que no están acostumbrados, no van a tener la precaución de sacarlas, de llevarse la bolsa y allí hay un impacto grande”, relata Giovanny Ramírez, subdirector del Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico -IIAP-, quien apunta a que tener estos elementos en la espesura floral constituye una afectación directa sobre las poblaciones que allí sobreviven, en especial a los animales.
Para el 17 de octubre de 2021, unas 17.000 personas, incluyendo cerca de 3.000 menores de edad, permanecían en Necoclí, Antioquia, a la espera de su turno para aventurarse a cruzar en el Chocó, el Tapón del Darién, en ruta a Estados Unidos.
Si se calcula que cada uno de los 14.000 adultos cargará en promedio unos 20 kilogramos de peso entre carpas, machetes, colchonetas, ropa, alimentos y otros elementos, la cifra de material que ingresa a la selva podría alcanzar las 280 toneladas. A la fecha, no es claro dónde terminan todos esos materiales.
“Si hipotéticamente entran 300 toneladas de basura a un ecosistema como este, por supuesto que afectaría, no se necesita ni siquiera una cantidad tan grande para que haya una afectación en un ecosistema que siempre ha tenido una dinámica natural y particular, donde las especies no están acostumbradas a la gente” concluye el representante de la autoridad científica ambiental.
De regreso a la actualidad
El pasado 13 de noviembre de 2021, la alcaldía municipal anunció el arribo al territorio de dos carros recolectores de basura, una para el casco urbano y otro para el corregimiento de Capurganá; sin embargo, no han sido entregados a la fecha a las empresas responsables de la recolección de residuos sólidos en estos territorios.
Cálculos realizados por las autoridades étnico-territoriales dan cuenta que cada turista genera aproximadamente unos 10 kilogramos de basura, los cuales representan al año unas 1.200 toneladas de residuos sólidos sin que el corregimiento cuente con los mecanismos necesarios para la adecuada disposición final de los mismos.
Razón por la cual las autoridades étnicas hacen un llamado a al gobierno local, departamental y nacional, con el fin de aunar esfuerzos y lograr soluciones definitivas para una problemática ambiental que crece y que poco a poco consume los pocos espacios que le quedan al botadero de basura territorial.