El virtuosismo en la guitarra, una voz queda pero sentimental y una bonhomía a toda prueba hicieron del músico bolivarense Sofronín Martínez Heredia una leyenda de la bohemia cartagenera. Nacido en febrero de 1925 y conocido en el país entero gracias a una antología póstuma de sus grabaciones con guitarra sola, ejecutando el repertorio de boleros que por años deleitó a los asistentes al legendario bar La Quemada, de la Ciudad Amurallada; Martínez ya se había desempeñado como músico de sesión en la banda de su natal corregimiento de Pasacaballos, en la banda de los hermanos Arnedo, el grupo de Blas "Michi" Sarmiento, en combos de estudio de Discos Fuentes como Los Galleros y Los Satélites y en la Orquesta Emisora Fuentes.
Luego de la grabación de varios discos donde ejecutaba su guitarra en formato instrumental, en clásicos del vallenato y el bolero, Sofronín Martínez se dedicó por años a ser el alma de los encuentros bohemios de La Quemada, a veces con su grupo, con la voz femenina de doña Cenelia Alcázar, y otras en calidad de solista. Allí se afianzó en el repertorio de grandes clásicos del “fílin” o feeling, estilo de bolero cerradamente cubano, para guitarra y voz.
Todavía son muy recordadas sus interpretaciones de famosos temas del género romántico como “Imágenes”, “Yo lo comprendo”, “El último café”, “Voy a apagar la luz”, “Si me comprendieras”, “Llanto de luna”, “Piensa en mí”, “Soy lo prohibido” y un centenar de piezas más. Muchas de ellas quedaron grabadas en cassettes que el mismo Sofro fue grabando en casa y regalando a sus amigos. Son los vestigios de lo que posteriormente apareció en los discos compactos de la colección “Alma de bolero”, con curaduría de Pilar Tafur y Daniel Samper Pizano.
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Fueron tiempos en los que además lograría su sueño de conocer Cuba, pues gracias a los buenos oficios de la legendaria compositora Marta Valdés, participó en tres ocasiones (en 1994, 1997 y 1999), del Festival Boleros de Oro, encuentro en donde se destacó por el enorme parecido, tanto físico como de su arte, con otro grande del llamado bolero fílin, José Antonio Mendez, autor de “La gloria eres tú”.
Sofronín Martínez plasmó una huella imborrable que dejó, como frutos, su reconocimiento nacional e internacional. Hace una década apareció la biografía “Sofronín Martínez, el ángel de Pasacaballos”, escrita por el periodista y melómano bogotano Juan Martín Fierro. Justamente en el prólogo de su libro escribió sobre él: “Este ser maravilloso que era y sigue siendo Sofronín, nació en la periferia de una Cartagena de Indias que lo erigió como voz insigne de su bohemia, que lo hizo piel y nervio de su nocturnidad, que todavía hoy lo nombra, lo escucha y lo evoca al filo amarillento y escindido de sus madrugadas.
Su voz nasal, cálida y reposada, va y viene en la memoria de una ciudad a la que supo delinear y penetrar en sus contornos, en sus complejidades, en sus estratos. Su humanidad, su impecable postura al saludar o al partir, esa abrumadora modestia a la que nunca privó de la sonrisa fácil ni de la rectitud idiomática, y esa sana vanidad de pañuelos perfumados que siempre trajeó de blanco, no fueron sino la refinada exaltación de sus herencias pasacaballeras, la reivindicación artística de esa estirpe prieta de juglares, artesanos y pescadores del siglo XIX donde se hunden sus raíces”.
La noche del 3 diciembre de 1999, mientras era objeto de un homenaje en el Club Colombo Libanés de Bogotá por parte de la Fundación para el Desarrollo de Cartagena, Fundecar, Sofro se desvaneció y entró en un coma del que no saldría. Pocos días después fue trasladado de nuevo a su Cartagena donde murió el 22 de ese mes, a sus 74 años.
El 10 de febrero conmemoramos el centenario del natalicio de Sofronín Martínez, uno de los más entrañables boleristas de Colombia. Por eso, es nuestro Artista de la Semana.