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Los imborrables años 60 en Colombia 

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Los imborrables años 60 en Colombia 

Se recuerdan como una década revolucionaria, de gran vitalidad, creatividad y audacia. A nivel mundial se dieron grandes transformaciones en los campos de la política y de la cultura. Pero ¿Cómo fueron los sesenta en nuestro país? 
 

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Si aún piensas que “vejez” es sinónimo de enfermedad y decrepitud, te invitamos a oir este episodio de Historias de Onda Larga. Es hora de desmontar muchos tabúes. La vejez puede ser un momento pleno y muchos nos empeñamos en negarlo. Desde las antiguas Grecia y Roma, los viejos fueron venerados por su sabiduría y conocimientos. Con la llegada del capitalismo, lentamente la vejez pasó a ser una etapa asociada a decrepitud y enfermedad, por considerarse menos productiva. Con la veneración a la juventud que surgió, entre otros aspectos con el Fascismo, las personas mayores pasaron a ser las últimas de la fila para la sociedad. Sin embargo, hoy, cuando se ha ampliado el universo de los derechos, los viejos empiezan a ser sujetos sobre los cuales las políticas públicas han vuelto a poner el foco. Colombia es un país que envejece. Su pirámide poblacional es cada vez más angosta en la base (niños y jóvenes) y más ancha en la punta (viejos). Ello quiere decir que en pocas décadas tendremos menos población joven y una población de personas mayores cada vez más grande. Esto, sin duda, exige que desde el Estado se diseñen estrategias de atención y cuidado para lograr que esa población tenga una vida digna.  En diálogo con el destacado geriatra colombiano Carlos Cano Gutiérrez, Historia de Onda Larga se adentra en las implicaciones que tiene llegar a vejez en un momento como el que vivimos ahora y en un país como el nuestro. ¿Cuántos tabúes quedan por derribar? Y, desde el Estado y la sociedad, ¿en cuáles decisiones hay que pensar?  
¿Qué hay detrás de la icónica Rosie? Reclutamiento, disciplina, conductas, convencimiento. En las fábricas, en los grandes cultivos industriales, en los hospitales, millones de mujeres ponen en acción su fuerza para sostener proyectos sociales, económicos y políticos de gran envergadura. En la década de los cuarenta del siglo XX, los hombres fueron reclutados para la guerra y las mujeres para las factorías. En ese contexto circula Rosie como representación de la capacidad de las mujeres para aportar a un sistema de producción. Hoy los destellos de aquella imagen y del contexto en el que surgió siguen presentes.
La historia de los censos y el autorreconocimiento
El último censo en Colombia es de 2018. Para ese momento éramos 44.164.417 habitantes en Colombia. La historia de los censos en nuestro país es fascinante. Se remonta a la Colonia y al interés de la corona española por contar personas y recursos. Luego, con la llegada de la república vino el deseo de entender a la nación y a su población; el conteo de habitantes era fundamental. Sin embargo, la desagregación era mínima; se daba más prioridad a conocer cuántos hombres había y cuáles sus condiciones (solteros, viudos, educados, etc), no se precisaban las circunstancias de las mujeres. Eso fue cambiando a mediados del siglo XX, cuando surgió interés por el voto. Contar a las personas según su origen étnico tampoco hizo parte de los enfoques, salvo cuando se abolió la esclavitud. Esto también tuvo un interés: hacer el cálculo de las indemnizaciones para los dueños de esclavos. En el presente, los censos son cada vez más precisos. Aun así, hay escollos determinados por el contexto sociopolítico y la operatividad para contar. Sin embargo, se ha dado un salto cualitativo importante: el autorreconocimiento. En el pasado, el origen de las personas era definido según quien contaba (el párroco, por ejemplo) hoy los colombianos podemos decir a cuál etnia pertenecemos, y cuál es nuestra identidad sexual. Los censos son esenciales no solo para saber cuántos somos, sino para definir las políticas públicas. Hoy, gracias a los censos sabemos cómo vivimos y es posible definir qué necesitamos, por ejemplo, en cobertura educativa, en acceso a la salud, y muchos aspectos más. Detrás de los censos está la importancia de los derechos y la calidad de vida de quienes habitamos este territorio. Gracias al antropólogo y demógrafo Rafael Urrego podemos contar esta magnífica historia.
Exiliados en Colombia; Chile, 1973
Cientos de chilenos encontraron refugio en Colombia, tras el sangriento golpe a Salvador Allende. Nuestro país estaba bajo el mandato de un gobierno conservador que puso la solidaridad por encima de las ideologías. El Canciller Alfredo Vásquez Carrizosa lideró lo que fue una gran estrategia para acoger de manera inmediata a quienes huían para salvar sus vidas. Una investigación profunda de nuestro invitado, el historiador y demógrafo colombiano Gabriel Vera Mendoza, nos permitió conocer detalles de cómo se desarrolló la estrategia de cuidado y protección adelantada por Colombia con aquellos hermanos del país austral. La diplomacia colombiana se vio enfrentada al autoritarismo y al odio político del régimen militar que buscó, a toda costa, retener para encarcelar a quienes habían participado y apoyado al gobierno del médico socialista Salvador Allende. Con este episodio, Historias de Onda Larga conmemora uno de los momentos más trágicos que ha vivido América Latina. Son cincuenta años de un golpe que destruyó la democracia y obligó a Chile a recontruirse en términos humanos y sociales.
El primer presidente colombiano en visitar el archipiélago de San Andrés fue el general Gustavo Rojas Pinilla, hasta entonces el poder central miraba en la distancia y sin mayor reconocimiento, un territorio de gran valor humano, cultural y natural. Aquello ocurrió en 1953, año en que la isla fue declarada puerto libre. Los cambios que trajo esta nueva condición no se hicieron esperar. Se abrieron las puertas al comercio y al turismo. Se impulsaron grandes obras de infraestructura.  Detrás del proyecto modernizador de Rojas llegó el influjo cultural del centro del país. La religión católica, por ejemplo, se instaló en un territorio cuya población era principalmente bautista; aquello marcó profundamente los comportamientos sociales, en algunos pobladores estos fueron asimilados, pero en otros, se provocaron formas de resistencia. De otra parte, la afluencia de migrantes que buscaron obtener frutos de la condición de puerto libre condujo a una reacomodación no siempre benéfica para la mayoría de los isleños. En ese contexto, las diferencias con Nicaragua parecían no existir; eran años en los que Anastasio Somoza, dictador nicaragüense, se paseaba por la Isla. El talante de su gobierno, profundamente anticomunista y católico, resultaba afín al pensamiento conservador de Rojas, quien en la propia isla, lo condecoró con la Cruz de Boyacá. Historias de Onda Larga, en diálogo con el sanandresano Gonzalo Arturo Peñuela, llama la atención sobre los cambios y dinámicas que se desataron tras esa visita de Rojas, en 1953. Con la ayuda de documentos sonoros que se registraron el momento, los oyentes podrán conocer potentes perspectivas de la historia de este importante territorio.
Instituto Linguístico de Verano
Altamente diverso a nivel lingüístico; ese es nuestro país. Terminando los años cincuenta, el Gobierno colombiano, en cabeza de Alberto Lleras, trajo de los Estados Unidos al Instituto Lingüístico de Verano, una organización religiosa protestante. Su aparente misión era el estudio de las lenguas indígenas. Sin embargo, pronto se hicieron públicas denuncias de comunidades, académicos y defensores de Derechos Humanos. Detrás de una aparente misión filantrópica venía la evangelización y con ella un proceso de aculturación. El Instituto estuvo presente en Colombia hasta comienzos del siglo XXI. ¿Qué hizo a nivel lingüístico?, ¿cuál fue su impacto sobre las comunidades?, ¿cuáles fueron los temores que llevaron a denunciar su presencia y por qué se quedaron? De la mano del lingüista John Freddy Chaparro, 'Historias de Onda Larga' revisa ese oscuro episodio de nuestro pasado reciente. Estadounidenses contratados por el gobierno nacional recorren a sus anchas el territorio colombiano para llevar la biblia, promover su traducción a lenguas nativas y, de paso, provocar importantes y preocupantes cambios locales. En 1975, el informe Orinoquía, en cabeza del general José Joaquín Matallana acompañado de un grupo interdisciplinar, da cuenta de los excesos del Instituto. Sin embargo, hubo oídos sordos y los norteamericanos se quedaron.  
Gustavo Rojas Pinilla
Su gobierno estuvo impulsado por las élites. Sin embargo Gustavo Rojas Pinilla pronto empezó a tomar vuelo y a mostrar independencia y a orientar sus decisiones desmarcándose de quienes esperaban afianzar su poder teniéndolo a él en la silla presidencial. El fervor y respaldo popular eran para el General motivo de confianza. En cada acto presidencial buscaba anudar el vínculo con las bases invocando la solidaridad y el valor del trabajo, pero también poniendo en escena a Bolívar y a Cristo. Sin embargo, ni ese fervor ni ese respaldo eran los factores para garantizar su permanencia en el poder. Las élites, en cambio, sí lo eran. Una sumatoria de hechos y actitudes resquebrajaron su gobierno. A la vez, este empezó a tener tintes dictatoriales. La censura a la prensa, el asesinato de un grupo estudiantes, entre muchos otros hechos, fueron sumando para que sus oponentes, que habían sido enemigos, se unieran para provocar su caída. Esta tercera parte de la Trilogía ¡Anocheció de Golpe! cierra dando cuenta del ocaso de un periodo presidencial que dejó profunda huella en la historia política de Colombia. De la mano del historiador Cesar Ayala Diago, Historias de Onda Larga despide al General.
Gustavo Rojas Pinilla
El general Gustavo Rojas Pinilla es recordado principalmente por obras sociales y civiles. En esta segunda parte de la trilogía que conmemora los 70 años del ascenso del caudillo militar, abordamos, a partir de documentos sonoros de archivo, aspectos sobre el proyecto de sociedad que quiso construir el general. La amnistía a los guerrilleros, las industrias y las comunicaciones forman parte del amplio espectro de estrategias que puso en marcha para darle forma a su proyecto de Nación. Nos acompaña en una agradable y rica conversación el historiador Cesar Ayala Diago. Esto es Historias de Onda Larga, con Ana María Lara.