¿Qué tiene de bueno Soacha?
Soacha, de manera más elocuente, la ciudad del dios Varón, el orgullo de los Muiscas. Ha tenido que cargar con el peso de su ubicación y pagar el precio de los dones dados por Bochica. Ha tenido que narrar su exquisita y milenaria historia, sin descripciones ostentosas o rimbombantes, casi sin orgullo, sino por el contrario, discreta. Sin poderse enorgullecer de ser ‘un pueblo ungido con honor’.
Más que al sur de Bogotá
A poco más de una hora de la ciudad de Bogotá, se encuentra el municipio de Soacha. Son 184 km² ubicados sobre la Cordillera Oriental, en el extremo sur occidental de la sabana de Bogotá. Una estratégica ubicación que le permite a los visitantes de hoy y a los de hace más de 10.000 años, llegar al centro del país.
Soacha, desde tiempos inmemoriales, ha recibido y dado posada a quienes llegaban secundados por la riqueza hidrográfica de nuestro país. La población es la puerta de entrada al altiplano cundiboyacense, el lugar de descanso para los viajeros que otrora traía el río Magdalena y el soporte para el crecimiento de la capital y del país.
Soacha, una enorme riqueza arqueológica
El municipio y sus habitantes apenas lo empezaron a descubrir de manos de la urbanización que antecedió el desarrollo industrial de la década de los 50. Las enormes excavaciones que se adelantaban con objeto de construir grandes emporios industriales empezaron a desenterrar la riqueza arqueológica y ancestral de Soacha.
Los primeros restos humanos del altiplano cundiboyacense se encontraron allí, en los abrigos rocosos del Tequendama. Pictogramas, piedras zoomorfas y antropomorfas han sido halladas sobre las enormes rocas que han sido testigos del crecimiento de Soacha. Hasta los años 70 había 35 rocas con arte rupestre, en la actualidad apenas llegan a cinco por cuenta de la explotación minera.
El aporte de Soacha a la capital
Por aquellos días, Soacha se ubicaba a las afueras de la ciudad de Bogotá, unas pocas casas no lograban aún colindar con la capital del país. En el siglo XVIII parecía vislumbrarse como epicentro de desarrollo. Una línea férrea para conectar el centro del país. Las enormes casonas de la época colonial estaban reservadas para las familias de abolengo, alcurnia, y alta estirpe de la capital y el colegio María Auxiliadora correspondía con la educación de la época.
Se les arrancaban los materiales a las montañas. Piedras, carbón, mármol, canteras y empresas mineras crecían. Enormes rocas llegaban a la capital para favorecer sus más grandes construcciones. Catedrales, centros administrativos, edificios gubernamentales, se hacían con rocas de las montañas de Soacha. El mármol viajó para embellecer algunos palacios y el carbón incluso apoyó el desarrollo de otras regiones; el carbón soachuno.
Incluso la hidroeléctrica construida en el año 1.900 en la población del Charquito, dio luz a la capital del país y solamente 20 años después los habitantes de Soacha se beneficiaron con el servicio. En Soacha se instaló Icollantas, Conalvidrios, Espumados, INDUMIL, Eternit, Stanton, 3M Colombia, y muchas otras más que convirtieron al municipio en ‘emporio industrial’.
Y empezó la explosión demográfica
Soacha empezó a crecer, quizá sin darse cuenta. Sin notarlo pasaron de 28.000 habitantes para el año de 1973, a 122.000 en el censo del 85. El centro de Soacha era apenas de unas cuantas cuadras. Pero sus montañas se empezaron a llenar, la periferia se fue poblando, constructoras llegaban, nuevos barrios se crearon, y muchos otros incluso se invadieron.
Pero no solamente el crecimiento industrial contribuyó con el rápido poblamiento del municipio. Para la última década del milenio, el recrudecimiento del conflicto armado colombiano obligó a que muchos colombianos dejaran sus tierras y buscaran una nueva vida. Soacha también tuvo que albergarlos. Se estima que cerca de 80.000 habitantes del municipio llegaron allí victimas del desplazamiento. Aunque aún no se conocen cifras oficiales, en los últimos años se ha venido incrementando de manera evidente el número de venezolanos en Soacha. Hoy la cifra de habitantes del municipio está cercana a los 900.000.
Su gente, los soachunos
“Nosotros a todos los recibimos con los brazos abiertos, por eso todo el mundo se queda”, dice Doris, vendedora de almojábanas y garullas en el parque principal de Soacha. Y seguramente tiene razón, pareciera ser que todos los que llegan allí se amañan. En medio de las enormes dificultades, lo mejor que tiene Soacha, es su gente y por qué no decirlo, su gastronomía.
Familias enteras de soachunos se dedican aún a la producción de almojábanas, panochas, pan vaso, leche asada, dulces, arequipe y su más autóctono producto, la garulla, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial del Departamento. Pueda ser que este manojo de delicias sea la razón de ese espíritu al tiempo altruista y guerrero que les mantiene en pie.
Sus ancestros han dejado un legado de altísimo valor que se conserva en los más sencillos gestos del soachuno. Su nobleza, quizá heredada de Bochica, la sabiduría de los pueblos indígenas que les antecedieron les ha permitido permanecer y perdurar en medio de las dificultades.
Día a día, hombres y mujeres, jóvenes y abuelos, niños y niñas se levantan a dar lo mejor de sí. Salen a sus quehaceres con la firme convicción de lo que tienen, de una tierra que todo les ha dado y no mucho les ha pedido. La riqueza histórica, ancestral, cultural, y humana, es sin duda lo mejor de Soacha.